Una semana después de que se iniciara por la arbitrariedad de un rayo el incendio forestal en Vall d'Ebo (Alicante), que ha arrasado unas 12.150 hectáreas de terreno en 100 kilómetros de perímetro, los vecinos de la localidad alicantina de la Vall de Gallinera han pasado la primera noche en sus hogares con «total normalidad» pero «bastante afectados» por el impacto paisajístico que ha ocasionado el paso de las llamas por la sierra.
En términos económicos, el escenario que ha dejado el incendio no ha supuesto un impedimento, en la mayoría de poblaciones de la Gallinera, para que la gente regrese a los bares y haya optado por agotar los últimos coletazos de las vacaciones tal y como lo hacía antes del paso de las llamas.
En esta ocasión, aunque el fuego no ha llegado a la puerta de las viviendas, como sí ha ocurrido en ubicaciones más al sur del interior de la Marina Alta y el Comtat, los habitantes tuvieron que abandonar sus casas ante la cascada de llamas que alumbró durante varias noches estos pueblos. En el caso de Benialí y Benissivà, sus habitantes se encontraban sumergidos en plenas fiestas de Moros y Cristianos.
Tal y como relatan algunos vecinos a Europa Press, el fuego les pilló «por sorpresa» y les obligó a dejarse «las fiestas a mitad». «Las siete 'filaes' anunciaron que se suspendían los festejos y a todos los que estábamos aquí nos dijeron que teníamos que irnos», relata Araceli, la propietaria de uno de los tres bares de Benialí.
No obstante, la restauradora no dejaba de atender las mesas cuando explicaba el desalojo del pueblo, junto a Benirrama, dado que varios grupos de personas se acercaban para cenar por primera vez allí tras el desalojo. «Ha sido un desastre, es desolador porque estaba todo muy verde y habían comenzado las rutas de senderismo», lamenta.
En otro establecimiento del pueblo comentan que al volver a la normalidad se han encontrado con un «lleno absoluto» de reservas para este fin de semana «pese a estar casi una semana fuera». «La gente ha vuelto con ganas, poco a poco vamos a tratar de recuperar la normalidad», indica otra vecina del pueblo.
En Benissivà los vecinos también han regresado a su rutina y han acudido al único bar del pueblo, ubicado a los pies de La Foradà, uno de los picos que corona la Vall de Gallinera, que ha sido arrasada por las llamas. Por último, en Alpatrò, la población que linda con Lorxa (El Comtat), describen un panorama totalmente distinto.
Varios vecinos aseguran que, tras el desalojo parcial del pueblo, la mayoría de turistas y residentes han optado por no regresar. Por su parte, los propietarios de bares dan el verano «por perdido» y se resignan a dar servicios a las pocas personas que son habituales y que visitan sus negocios cada noche.
Precisamente, esta localidad preparaba la celebración de sus festejos cuando les sorprendió el avance de las llamas durante la noche del lunes. «Terminamos de dar el servicio de las cenas y la gente se marchó. Esa noche dormimos viendo el fuego, el pueblo se quedó vació», asegura la propietaria del bar 'Carretera y Manta', de Alpatró.
Igualmente, en referencia a cómo ha quedado el terreno colindante con las poblaciones, la vecina equipara la situación a «estar en la luna» por la vegetación calcinada. Aún así, esta población ha recuperado la normalidad, junto al resto, y vuelve a dar cobijo a las familias que descansan y disfrutan de las noches de verano entre conversaciones prolongadas y partidas de cartas a la fresca.
Pego
Por su parte, los vecinos de Pego, al norte de la Marina Alta, confiesan que pasaron «miedo» y precisan que solo fueron desalojadas unas urbanizaciones de las afueras del municipio, ya que las llamas llegaron hasta la sierra. «El agua ha sido una bendición porque casi llega hasta el pueblo», indica un matrimonio que descansa junto a la fuente del Ayuntamiento.
Asimismo, otra pareja muestra su solidaridad con los habitantes de Vall d'Ebo. «Lo han perdido todo porque allí viven de cultivos y se ha quemado todo», lamenta una vecina de Pego. Igualmente, otro vecino cuenta que ha perdido una vivienda familiar ubicada en Beniaya (Vall de Alcalà) que tenía varios terrenos de manzanos.
El norte de la Marina Alta ha visto desde cierta distancia el devastador paso de las llamas por los montes del interior de la provincia. Ahora recuerdan lo ocurrido con «miedo» y celebran que los pueblos no se hayan quemado.
La localidad de l'Atzúvia se convirtió en el refugio de los vecinos de Pego y poblaciones de la Vall cuando tuvieron que ser desalojados. Una situación que se ha visto reflejada en un incremento en las reservas de restaurantes y bares.