En 1893, ya hacía sesenta años que las Islas Baleares estaban organizadas en forma de provincia, con un gobernador civil y una Diputación provincial. En la España centralista del régimen de la Restauración (1874-1923), la figura del gobernador civil revestía una gran importancia. Este cargo casi siempre era ocupado por peninsulares y se encargaba de cumplir y hacer cumplir lo que determinaba el poder central español. Tras una interinidad de Alexandre Rosselló, a principios de 1893, llegó a Mallorca como gobernador civil Victoriano Guzmán Rodríguez, con Rafael González Atañé como nuevo secretario.
Es importante señalar que ocupaba el poder el dirigente liberal Práxedes M. Sagasta, con un gobierno en el que ocupaba la cartera de ultramar el destacado político mallorquín Antoni Maura. El gobernador civil tenía un gran protagonismo político e institucional, de manera que podía presidir tanto las fiestas de Sant Sebastià como las sesiones del Colegio Médico Farmacéutico de Palma. Entre otras iniciativas, Victoriano Guzmán visitó los establecimientos de beneficencia de Palma, y convocó a los presidentes de las principales sociedades para exigirles que no tolerasen los juegos de azar prohibidos.
La Diputación Provincial era un organismo de la administración local con ciertas competencias y la representación de la provincia ante el poder central. Ocupaba entonces la presidencia el conservador Pere Sampol Rosselló (1891-1894), que fue sucedido por el liberal Alexandre Rosselló Pastor (1894-1896). Los diputados provinciales, como los diputados a Cortes o los concejales, eran elegidos por sufragio universal, pero bajo la Restauración el sufragio siempre fue una tensión permanente entre las manipulaciones y pucherazos perpetrados por los caciques y las autoridades frente a las tendencias que luchaban por un sufragio auténtico.
El resultado de los comicios parciales de enero de 1893 para cubrir un escaño de diputado provincial son una prueba del poder de las influencias, ya que el candidato elegido, el millonario liberal y maurista Manuel Salas Palmer, obtuvo 8.301 votos, mientras que el segundo candidato más votado solo recibió 107 sufragios. La Diputación Provincial tenía competencias en sanidad y la Junta Provincial de Sanidad con cierta frecuencia debía tomar medidas para intentar prevenir la llegada a Mallorca de epidemias declaradas en otras regiones del Mediterráneo. Solo de tanto en tanto, subvencionaba alguna obra pública, como la construcción de un puente en el término de Felanitx.
Fuerte presencia militar
En 1893, las fuerzas armadas tenían una importante presencia pública y gran influencia social y política. A principios de enero pasó a ocupar la capitanía general de Baleares el teniente general Agustín Araoz Balmaseda y poco después fue nombrado comandante de marina de Baleares Luis León Garabito. Estaba de guarnición en Palma el Regimiento de Filipinas número 32, que pasó a llamarse Regimiento Regional de las Baleares número 1 en septiembre de 1893. La capital insular también disponía de un Centro Militar en el que se celebraban conferencias, conciertos y actos sociales.
El estallido de la Guerra de Melilla (octubre de 1893), provocó muestras de entusiasmo patriótico español y de solidaridad con el Ejército. Diversos barcos de las Islas Baleares fueron utilizados para trasladar tropas desde Barcelona a Melilla. Algunos ayuntamientos recaudaron dinero para socorrer a los heridos por la guerra contra los rifeños.
El Ayuntamiento de Palma también apoyó desde el primer momento la causa española, «los sagrados intereses de la Patria», en el norte de Marruecos. Por aquel entonces el consistorio de Ciutat también estaba preocupado por conseguir la aprobación del Gobierno para poder derribar las murallas renacentistas que todavía encorsetaban la capital balear. Asimismo, el Ayuntamiento de Palma instaló un elevador de agua para conseguir más caudal de la Font de la Vila y se enfrentó al Sindicato de Riegos para conseguir más agua para la ciudad.
La Iglesia
Durante la Restauración, la Iglesia Católica no era solo un poder espiritual ya que estaba estrechamente vinculada al poder político. Era la norma que a los actos religiosos más importantes asistiesen los concejales del Ayuntamiento de Palma, los diputados provinciales, jueces de la Audiencia provincial y las principales autoridades militares. La jerarquía eclesiástica, con el apoyo de amplios sectores de la población, impulsaba la construcción de nuevos templos, como en Alcúdia, o de capillas, por ejemplo, en Binissalem o en la Seu de Mallorca. También era relativamente frecuente la creación de escuelas católicas. Así, en Porreres, en octubre de 1893 se inauguró un local destinado a escuela gratuita a cargo de los hermanos terciarios de San Francisco.
Por aquel entonces regía la mitra mallorquina un obispo valenciano, Jacint Maria Cervera i Cervera, que, entre otros aspectos, destacó por apoyar la causa carlista. Así, permitió que el diario confesional El Católico Balear publicase el manifiesto del candidato carlista que se presentó a las elecciones a Cortes que se celebraron en febrero de 1891. Aunque el candidato carlista no fue elegido, cosechó un resultado excelente que lo puso a las puertas del Congreso. Dos años más tarde, en marzo de 1893, los carlistas consiguieron que su candidato, Faust Gual de Torrella, con 12.856 votos, fuese elegido diputado a Cortes por Mallorca.
Éxito de los liberales
Pero, en conjunto, las elecciones a Cortes de 1893 supusieron un gran éxito para el liberalismo maurista que obtuvo tres diputados: el mismo Antonio Maura, el ya citado Manuel Guasp y nada menos que el poeta Joan Alcover, que oscilaron entre los 21.789 votos del primero y los 19.692 del último. Los conservadores, por su parte, solo obtuvieron un diputado, de manera que no parece que hubiese un acuerdo de antemano entre liberales y conservadores para repartirse los escaños en disputa, como era muy frecuente durante la Restauración.
El diputado conservador fue Mateu Bosch, que recogió 18.465 sufragios, que como los de los otros candidatos, en parte eran votos ?libres? y en parte aportados por los caciques, tanto urbanos como rurales.
Situados fuera del sistema de la Restauración, los republicanos disponían de una importante presencia política, social y cultural en Palma y en los núcleos más importantes. En esta ocasión, pese a la conjunción (febrero de 1893) de los partidos federal, progresista y centralista, sus resultados fueron mediocres. Así, sus candidatos, Antoni Villalonga Pérez, Joan Palou i Coll e Ignasi Vidal Bennàsar no superaron los 4.000 votos en toda Mallorca.