Las bodegas José L. Ferrer tienen sus instalaciones en Binissalem, una de las comarcas de mayor tradición vinícola de Mallorca. En unas semanas pondrán en marcha una nueva vendimia, con la que están a punto de alcanzar el centenar, demostrando a lo largo de estos años su amplio potencial y conocimiento de las variedades autóctonas.
Entre sus muchas producciones hoy nos fijamos en los vinos que comercializa bajo la marca Veritas, en la que se incluyen para los tintos una selección muy cuidada de Mantonegro, Cabernet Sauvignon, Callet y Syrah, y de Moll y Chardonnay para la elaboración de los blancos. Son los vinos que maridan con el menú degustación ofrecido por el restaurante Porxada de Sa Torre en el marco de la promoción Cocinas y cocineros con alma, y que también pueden ser adquiridos a través de la tienda on line B|Style Shop.
Su creador, José Luis Ferrer Ramonell, fue todo un visionario en el año 1931, cuando decidió instalar unos amplios depósitos de cemento con capacidad para 15.000 litros que todavía hoy siguen siendo útiles para fermentar y almacenar parte de la producción. Si visitamos la bodega y las viñas colindantes vemos que las cosas han cambiado mucho, que la producción no ha parado de crecer y que los métodos de elaboración de las diferentes líneas de producción no han dejado de evolucionar.
Es en resumen lo que nos comenta José Luis Roses, nieto del fundador, que poco a poco está cediendo el día a día a sus hijos María, Pep y Óscar: «en estos momentos cuando nos reunimos para analizar la situación, hablamos de producción, de calidad y de respetar la tradición, pero siempre teniendo muy clara la importancia de la innovación y de la necesaria incorporación de las nuevas técnicas de análisis y experimentación, que en buena medida son las claves del futuro».
En el año 1995, la principal preocupación de los hermanos Roses Ferrer fue modernizar y ampliar las instalaciones, introducción depósitos de acero inoxidable destinados a la fermentación con control de temperatura, dos tolvas y dos cavas con capacidad para dos mil barricas de roble. Y en el 2016, momento que coincidió con la incorporación de los biznietos del fundador, la empresa decidió edificar las nuevas instalaciones de Veritas como una pequeña bodega anexa de espectacular diseño, equipada con tecnología puntera para elaborar los vinos y espumosos que hoy tienen gran aceptación en el sector de la hostelería.
Cambio climático
El cambio climático es una realidad y los viñedos, al igual que el sector agrícola en general, están sufriendo las consecuencias de este rápido cambio de temperaturas. Hace menos frío en invierno y más calor en verano. Algunos bodegueros aún niegan sus efectos y prefieren esperar. Cambiar de métodos en viticultura es caro. Hace falta seguir avanzando con los nuevos modelos de simulación computacional que permite adelantarse a lo que viene, e ir confirmando las variedades de uva que mejor se adaptarán a los nuevos escenarios. Si, como parece que pasará, la temperatura media aumenta dos grados, las predicciones apuntan a una reducción del territorio de viña cultivado de aproximadamente el 51%.
Parece que está claro que el sector tiene que ir apostando por variedades más tolerantes a las altas temperaturas. Las bodegas José L. Ferrer forman parte de la DO de Binissalem desde hace 30 años, y si bien tienen clara la apuesta por las variedades locales, plantean la necesidad de ampliar el abanico a otras uvas autóctonas. Para José L. Ferrer, «está claro que una DO tiene que tener una característica diferencial que la haga única. De hecho, estamos pidiendo a la administración poder ampliar las variedades permitidas en la DO introduciendo otras autóctonas de más resistencia, como Giró Ros, Callet o Gorgollassa».
Se trata de hacer lo mismo que están haciendo otras DO de España como Rioja o El Bierzo. Los tiempos cambian y después de unas décadas de necesaria modernización y mejora de las instalaciones, no hay duda que el clima y el entorno han pasado a ser referencia obligada. La microbiología y las nuevas técnicas enológicas son materia necesaria para seguir produciendo con una visión a medio plazo.
Al final, el consumidor es el que tiene la última palabra. El futuro depende en buena medida de la capacidad de adaptación que las bodegas van a tener que demostrar, con unos vinos que seguramente van a tener sabores y aromas algo diferentes a los acostumbrados.