Santiago Mascaró es el director comercial de Juaneda Hospitales y un experto en turismo sanitario, ese fenómeno o mercado que se quiso abrir hace unos años en Europa, Asia y Latinoamérica, sin que, por diversas y complejas circunstancias, se lograra el gran éxito previsto, en forma de llegada de grandes flujos de pacientes de otros países a tratarse en nuestros hospitales privados. Países como Tailandia, Rumanía, Turquía o México, supieron captar flujos de este tipo de paciente, que aprovecha los mejores precios en servicios sanitarios del extranjero, combinándolos o no con destinos turísticos, para operarse o tratarse de sus problemas de salud, estéticos, de fertilidad o en busca de terapias de wellness. Las palabras de Santiago Mascaró pueden ayudar a contextualizar el nuevo entorno desde el que se está intentando desarrollar las opciones del turismo sanitario desde Baleares y lo qué ha sucedido en los últimos 10 años, tras las primeras expectativas en torno a esta actividad.
—¿Qué es el turismo sanitario?
—El turismo sanitario es el que ejerce la persona que decide viajar a un punto del extranjero con la prioridad de solucionar un problema de salud, sea para un tratamiento de estética, para sesiones de wellness, un injerto capilar, u otros tratamientos. Hay que diferenciarlo del concepto de la salud del turista, ámbito en el que en Baleares estamos muy profesionalizados, tras más de 30 años, siendo los líderes en este sector, que consiste en cubrir todas las necesidades de salud de todos los millones de turistas que nos vienen a visitar. Y ese liderazgo lo asumimos desde Juaneda Hospitales, no solo desde el punto de vista asistencial, sino también desde la oferta de servicios administrativos, intérpretes, etcétera. Hay que diferenciar, pues, entre esos dos bloques: el turismo sanitario o de salud y la salud del turista.
—Una de las grandes perspectivas que abría el turismo sanitario era la desestacionalización. ¿Cómo ha evolucionado esa expectativa?
—Hace 8 o 10 años se produjo un boom y, efectivamente, se dieron unas expectativas muy buenas, dado que en Europa había una serie de países con muy largas listas de espera, donde la cirugía estética tenía nía unos precios mucho más elevados, o donde los tratamientos de fertilidad podrían presentar problemas legales que no se daban en nuestro entorno (p0r poner algunos ejemplos). Por aquel entonces, desde ASPE (siglas de la Alianza de la Sanidad Privada Española) se creó un clúster, al que llamamos Spaincares, desde el que comenzamos a promover iniciativas a nivel internacional, potenciando la oferta sanitaria desde el país de origen en general y desde Baleares en particular.
—En esos momentos se hablaba mucho de la figura de los facilitadores sanitarios.
—El facilitador sanitario venía a ser un intermediario que aparece en los países de origen y que va a buscar oferta en países de destino de ese turismo sanitario. Hace 8 o 10 años, hubo un boom de facilitadores sanitarios. Muchos aparecían en un modelo de plataforma digital. Se organizaron a través de Spaincares reuniones de B2B (siglas de Business-to-Business, negocio a negocio) y visitas de esos facilitadores que solían representar a grupos de médicos de países del norte de Europa, que venían a conocer los hospitales.
—¿Qué ha pasado con los facilitadores?
—Con la pandemia han ido desapareciendo y hoy se puede decir que prácticamente estamos en el punto cero. Sigue habiendo dos o tres facilitadores con un cierto nombre y que han seguido con el negocio, pero ya no estamos hablando de aquella aparente explosión de hace unos años.
—Otros países, Turquía, México, Tailandia, sin embargo, sí que han logrado canalizar flujos de turismo sanitario y no son potencias en lo que a la asistencia sanitaria excelente se refiere, como puedan serlo España en general y Baleares en particular.
—Lo que ha sucedido en cada uno de estos países tiene una explicación diferente. En México se produjo una expansión turística y estructural en las zonas del norte (como Cancún) que colindan con EEUU y que fueron canibalizando el gran mercado de cirugía estética que había en la zona de Florida y Miami. Ofreciendo los mismos profesionales y precios más bajos, en esas zonas se beneficiaron de que no es un problema para un estadounidense viajar a México en lugar de a Miami. Turquía se especializó en injertos capilares, gracias a que su Gobierno apostó con grandes subvenciones hacia esas iniciativas, con ayudas a las aerolíneas y a los hoteles para potenciar ese modelo turístico, de modo que era más barato hacerse un injerto en Turquía, con avión y hotel incluidos, que hacérselo en España, aunque en muchas ocasiones se detectaban problemas al volver a casa, que solían suponer sobre costes inesperados. Tailandia tiene una gran oferta privada en estética. Su éxito ha venido de los países asiáticos cercanos, como Japón o Corea del Sur, donde los precios de esos tratamientos eran superiores.
—¿Y qué pasa en España, en Baleares?
—Pues que si bien en otros países europeos, como Francia o Gran Bretaña, muchos tratamientos privados son más caros que aquí pero sufrimos la competencia de esos países que sí han tenido éxito en el desarrollo de sus ofertas, y esa línea de negocio no acaba de crecer de acuerdo al potencial que creemos que tiene.
—Es interesante esa advertencia que hace sobre los riesgos de las necesidades postquirúrgicas que se pueden encontrar los pacientes a su regreso.
— De los casos que podemos hablar el más cercano es el de Turquía. Es obvio que un tratamiento de injerto capilar conlleva un postoperatorio. Si se realiza, siguiendo el ejemplo, en Turquía, y todo acaba bien, no hay problema y te ha salido a mejor de precio. Pero, desgraciadamente no es siempre así y cuando aparecen efectos secundarios y hay que volver a Turquía a subsanarlos, ya es un problema (más billetes de avión, más noches de hotel, más costes). Lo que hacen en esos casos los pacientes afectados es acercarse a profesionales de aquí, en España, y tienen que pagar unos honorarios que no se esperaban y que además son más elevados que en Turquía. Se dio el caso, además, en ese país, de que cuando se promovió esa actividad, con ayudas gubernamentales, aparecieron muchas clínicas privadas que no podían garantizar unos buenos resultados. Al final la mala fama de esas firmas poco solventes ha hecho que pagaran justos por pecadores y le ha pasado factura a la marca de Turquía.
—¿Está preparada la planta hospitalaria privada balear para una eventual eclosión de flujos de turismo sanitario o habría que hacer inversiones suplementarias?
—Hoy por hoy y tras la pandemia, el volumen de turismo sanitario que se pudiera generar no nos lleva a una necesidad de hacer grandes inversiones. En Baleares la sanidad privada ofrece un nivel muy alto. Estamos preparados para asumir esos flujos. Tras la pandemia hemos tenido un verano con una gran afluencia turística, lo que ha generado un flujo de servicios sanitarios que ha estado muy cerca de alcanzar nuestra cuota máxima. Aún y con eso, en estos momentos podemos atender perfectamente la salud del turista y del turismo sanitario sin realizar grandes inversiones, teniendo en cuenta además que el turista sanitario no viene necesariamente en temporada alta. De ahí el potencial desestacionalizador de esta línea de actividad.
—¿Son competitivas las Islas Baleares en oferta de servicios sanitarios privados a esos 'turistas sanitarios'?
—Somos muy competitivos en cuanto a que tenemos unas marcas de gran prestigio, pero no tanto a nivel de precios. Este aspecto se ha estudiado con los profesionales y hemos llegado entre todos a la conclusión de que los honorarios actuales se tienen que respetar. Estamos por encima de los precios de otros países, pero lo hacemos sacando pecho. Creemos que tiene sentido mantener los honorarios y precios actuales porque es el modo de garantizar una excelencia que en otros lugares no se pude asegurar siempre y del mismo modo. Aún así, nuestros precios son más bajos que en muchos países que son potenciales emisores. Los pacientes pueden elegir, porque para eso el mercado es global y libre, pero aquí en Baleares no vamos a cruzar la línea de hacer una guerra de precios para competir en el mercado del turismo sanitario. Preferimos garantizar la excelencia de nuestros resultados.
—¿Cuáles son los tratamientos tradicionalmente más demandados por el turismo sanitario?—Antes de la pandemia hubo una gran actividad procedente del turismo sanitario en el ámbito de la fertilidad, concretamente en Juaneda Fertility. El 72% de los tratamientos se hacía a extranjeros. Venían gracias al boca a boca o porque tenían más problemas legales en sus países para estos procedimientos, que los que puedan encontrar en España. Las conexiones áreas de Baleares con toda Europa hacen que sea muy cómodo venir a Mallorca a tratarse y además nosotros les ofrecíamos facilitarles diferentes tipos de alojamientos, desde en un hotel cerca de Palma, en un Airbnb, o en residencias en las afueras. Esta solicitud de servicios bajó con la pandemia, aunque en 2022 hemos empezado ya a recuperarnos, aunque aún no a los niveles prepandémicos.
—¿Cuáles son en estos momentos las perspectivas de futuro?
—Después de todo lo que ha pasado prácticamente hemos vuelto al kilómetro cero. Los facilitadores prácticamente han desaparecido. Vamos a volver a poner en marcha iniciativas para promocionar el turismo sanitario en las ferias, intentando recuperar el pabellón de turismo sanitario que se creó en Fitur en 2015 y que durante tres años tuvo mucho éxito. Volvemos a empezar y hay que ser conscientes que este es un proceso lento, pero ahí estaremos.