Desde la década de los sesenta la canción del verano constituye un género en sí mismo, todo un fenómeno de masas sostenido en las ondas radiofónicas, y favorecido por el desembarco global de nuevas tecnologías como Internet. Con los primeros vapores veraniegos estas efímeras píldoras musicales son consumidas frenéticamente para, unos meses más tarde, caer en el olvido y pasar a engordar algún casposo recopilatorio. Sin embargo, algunas de ellas han logrado perdurar en el tiempo, y es que su escucha no deja de ser una cautivadora visita al pasado. Diferentes géneros musicales han visto coronados con el sello de ‘canción del verano’ a muchas de sus producciones. Así, desde el spanish ye-yé sesentero, abanderado por Los Brincos o Fórmula V, hasta los ritmos disloca caderas de Georgie Dann o David Civera han dejado su impronta en los meses en los que el mercurio se dispara.
Los sesenta irrumpen de la mano de la canción melódica, género en el que Raphael se muestra inexpugnable. Julio Iglesias, Camilo Sesto y un jovencísimo Miguel Bosé le van a la zaga, abriéndose camino a codazos en la escena de los setenta, de cuyos últimos compases florece el sonido disco. Para entonces, los suecos ABBA abren un boquete por donde también se cuela la contundencia mediática de Boney M o Donna Summer. Ya en los ochenta, una nueva generación de artistas orientados a la pista de baile agita Italia, primero, y el resto de Europa, después. El Italo dance o Spaguetti causa estragos y pronto halla una respuesta estatal, encabezada por bandas como Azul y negro, Iván -con su adictiva Fotonovela-, Alaska -primero con Pegamoides, luego con Dinarama- o Tino Casal. En pleno ecuador de los ochenta, y consolidada la inevitable comunión entre música y moda, la canción del verano corona el rock como estándar del momento.
Los ritmos latinos saturan los noventa, y en la orilla del nuevo milenio se produce el boom de la música indie (con ese refrescante Bohemian likes you de los Dandy Warhols, un hit con vocación de spot publicitario). En suma, más de medio siglo avala la etiqueta ‘canción del verano’, garante de una notoriedad no siempre trascendente.