La conferencia de Barry Barish, Ondas gravitacionales: de Einstein a la nueva ciencia, desveló este jueves en Auditórium de Palma algunas claves de uno de los acontecimientos científicos más importantes de los últimos años: la detección de ondas gravitacionales cuya existencia Albert Einstein planteó hace más de cien años.
En el acto organizado con motivo del 125 aniversario de Ultima Hora y el 40 aniversario de la UIB y en el que intervinieron Javier Santaolalla y Alícia Sintes, Barish inició su intervención apelando a Newton, «cuyas teorías explicaron durante 250 años la gravedad como fuerza universal que controla tanto el movimiento de la Luna alrededor de la Tierra como la caída de una manzana. Sin embargo, existía una diferencia entre lo que predecía Newton y la observación de la órbita de Mercurio. Había algo que corregir y eso motivó la búsqueda de una nueva teoría».
Para Barish, «ese fue el momento de Einstein, con su Teoría de la Relatividad General, formulada en 1915. La teoría de Einstein no estaba motivada concretamente por la órbita de Mercurio, sino por el hecho de que Newton explicaba cómo orbitan los planetas, describiendo una fuerza entre cuerpos que definía como instantánea, pero no explicaba el porqué. Einstein introdujo la velocidad de la luz como la máxima velocidad posible. Si el Sol desapareciese en un instante, tardaríamos un tiempo en quedarnos a oscuras. Entonces, desde el punto de vista de la relatividad, también la Tierra dejaría de ser atraída por el astro rey al cabo de ese tiempo, pero con las leyes de Newton eso sería instantáneo. Así pues, la teoría de Einstein es muy difícil de tratar porque establece cuatro dimensiones con la unificación del espacio-tiempo, donde la gravedad se entiende como el efecto de la curvatura de este espacio-tiempo sobre los cuerpos que navegan en él. Con las leyes de Newton, cuando la luz pasa cerca de una gran masa sigue en línea recta. En cambio, con el nuevo punto de vista, ésta se desvía siguiendo la curvatura provocada por esa gran masa».
Así, explicó Barish, «en el marco de la Teoría de la Relatividad General, Einstein propuso la existencia de las ondas gravitacionales. Dos objetos orbitando uno alrededor del otro, como la Tierra y el Sol, emiten ondas gravitacionales, y se van acercando como consecuencia de la pérdida de energía debida a la emisión de esas ondas hasta llegar a la colisión, siendo un sistema de dos agujeros negros el más eficiente y potente emisor de las mismas».
Llegados aquí, el Premio Nobel estableció tres partes: «Inspiral, cuando dos objetos, en este caso dos agujeros negros, dan vueltas en órbitas cercanas; Merger, la colisión; y Ringdown, donde el nuevo agujero negro resultante de los dos anteriores vibra mientras se estabiliza. El objetivo futuro para LIGO es medir mejor las señales durante el Merger. Por ello está prevista para 2034 la puesta en funcionamiento de una estación espacial como nuevo detector».
Barish también aportó algunos datos de la colisión de dos agujeros negros de la primera detección: «Sus masas respectivas eran 30 veces la del sol y la colisión ocurrió a una distancia de 1.300 millones de años luz. Estaban separados uno de otro unos cientos de kilómetros y se movían a la mitad de la velocidad de la luz. Desde la predicción de Einstein, hemos tardado cien años en poder medir un fenómeno así».