No es un Grand Slam. Ni siquiera forma parte de la colección de Masters 1000 que adornan sus lujosas vitrinas. Pero el toneo de Melbourne ocupa ya un lugar privilegiado en el museo de Rafael Nadal Parera por varios motivos. Primero porque le consolida como el tenista que más años acumula -ya son diecinueve consecutivo- conquistando al menos un título.
Después porque demuestra que su estado competitivo sigue en todo lo alto, aunque el nivel de los rivales no es de los que se encontrará a partir de la próxima semana en el Abierto de Australia. Y finalmente porque confirma la recuperación después de varios meses en la enfermería por su crónica lesión en el pie y, en las últimas semanas, por un coronavirus agresivo.
A sus 35 años, Nadal vuelve a salir del túnel. Su carrera no ha sido un camino de rosas, pero ha sabido convivir con el dolor. Se tomó el torneo de Melbourne, al que acudió después de tener buenas sensaciones en un entrenamiento celebrado en su academia, como un ensayo para calibrar su ambición y su nivel dentro del circuito. La euforia con la que celebró el triunfo denota la importancia de un torneo que en otras circunstancias se hubiera considerado como uno más. Nadal, diecinueve años después, sigue mordiendo trofeos y acaparando portadas. Así ha sido desde 2004. Y así empieza 2022. Una generación entera viendo ganar al de siempre.