Destronar al rey de Roland Garros, Rafael Nadal, no otorgó el cetro al serbio Novak Djokovic, que tendrá que pelearlo en un duelo generacional contra el griego Stefanos Tsitsipas, 14 años más joven, neófito en el último escalón de un Grand Slam.
El serbio, número 1 del mundo, ya sabe lo que es vencer a Nadal en París y no levantar el título. Le pasó en 2015, cuando endosó al español la segunda derrota de su carrera en la arcilla parisiense, pero luego cayó en la final contra el suizo Stan Wawrinka.
Ahora, Djokovic tiene una nueva oportunidad con dos premios extra: convertirse en el primer tenista en la Era Open que gana al menos dos veces todos los Grand Slam y colocarse por vez primera en su carrera a uno de Nadal y del suizo Roger Federer.
Alicientes suficientes para el serbio que a sus 34 años puede convertirse en el tercer tenista más veterano en levantar la Copa de los Mosqueteros, solo por detrás del español Andrés Gimeno y de Nadal del año pasado.
Su nombre quedaría una nueva vez marcado en la historia. Porque por segunda vez ganaría el título del que tantas veces le ha privado Nadal, al que al fin logró derrotar en plenitud de su forma en un duelo excelso en semifinales.
Solo dos hombres, los australianos Roy Emerson y Rod Laver sumaron más de una vez los cuatro grandes, pero lo hicieron antes de que en 1968 comenzara la llamada era abierta.
Djokovic puede, además, relanzar su carrera para convertirse en el hombre con más grandes. Ganador del pasado Abierto de Australia, donde acumula 9 coronas, si levanta el título en tierra batida estará a uno de los dos tenistas que lideran esa carrera y, con un año menos que Nadal y cinco menos que Federer, el tiempo corre a su favor, sin contar que el serbio es más fiable en otras superficies.
Nole parte como claro favorito ante un rival al que ha ganado en cinco de los siete duelos anteriores, los dos últimos sobre arcilla, este año en Roma y el pasado en Roland Garros, en un épico duelo en semifinales que se marchó hasta los cinco sets.
TSITISPAS, EL MEJOR DEL AÑO
Aquel era el techo de Tsitsipas hasta que este año, el de sus 22 primaveras, lo superó por primera vez, lo que coloca con opciones de convertirse en el primer griego que suma un grande.
El heleno tiene también sus argumentos, no en vano es el tenista que viene haciendo mejor temporada, con 39 victorias, 22 de ellas sobre arcilla, donde solo cuenta tres derrotas, contra el noruego Casper Ruud en Madrid, frente a Nadal en Barcelona y contra Djokovic en Roma.
Pero en Montecarlo levantó su primer Masters 1.000 y llegó a París con una determinación especial, dispuesto a liderar a la generación que desde hace años aspira a forzar el relevo del llamado «big 3».
De todos los que lo han intentado, hasta ahora solo en austríaco Dominic Thiem ha logrado arrebatar un grande de los 10 últimos a la pareja formada por Djokovic y Nadal y ahora el griego busca ser el siguiente.
Para hacerlo, tendrá que derrotar al número 1 del mundo en su primera final, tras haberlo hecho en cuartos con el número 2, el ruso Daniil Medvedev, y convertirse en el ganador más joven de un grande desde el argentino Juan Martín del Potro en el Abierto de Estados Unidos de 2009.
Tras derrotar en semifinales al alemán Alexander Zverev, Tsitsipas se aseguró ya arrebatar a Thiem el número 4 del mundo y pude superar a Nadal en el 3 si levanta la copa.
El español saldría del podio del ránking por vez primera desde junio de 2017, justo después de reconquistar Roland Garros tras dos años de sequía en París, su periodo más largo sin título desde que levantó el primero en 2005.
El trono de París está vacante y cualquiera de los tiene argumentos para sentarse en él.