La jerarquía es la forma en la que se organiza una estructura y en Roland Garros, tras 102 victorias en 104 partidos, está claro quien tiene más galones. Es cierto que no bastan para ganar partidos, pero infunden respeto. Rafael Nadal no empieza por delante en el marcador en ningún partido, tampoco en tercera ronda ante Cameron Norrie, aunque en el fondo todos saben quien manda en el Grand Slam francés. Pero tampoco es un arma en exclusiva del mallorquín, ya que tanto Djokovic como Federer también entran en la pista con este intangible de su lado. De ahí que siempre se diga que la experiencia es un grado y, aunque siempre los hay dispuestos a rebelarse, en un grande hay factores con un peso determinante.
En esta ecuación, ya que hablamos de respeto, también hay que destacar el que le profesa el trece veces campeón de la Copa de los Mosqueteros a cualquier adversario. Sólo a partir del respeto y saber que tiene competir al cien por cien sea quien sea el que está al otro lado de la red se puede empezar a entender su regularidad en la excelencia sobre la tierra parisina. El partido ante Gasquet fue una muestra más de ese saber competir adaptándose al guion que se exige en cada momento.
La jerarquía de Nadal no sólo le coloca como favorito, sino que el nivel exhibido en sus dos primeros encuentros está por encima de las expectativas. Tras un arranque de la temporada de tierra algo dubitativo en comparación con anteriores ejercicios, a partir de Roma la progresión del balear le ha situado en París en unas excelentes condiciones. Sus movimientos, sus golpes, su mentalidad... sus prestaciones invitan a pensar en renovar su jerarquía. Aunque las grandes amenazas se intuyen en el horizonte, para el propio interesado todo se reduce hoy, porque los galones se ganan partido a partido.