A la tercera ha ido la vencida para Jan Salas Franch (Sabadell, 2005). El canterano del Mallorca, que este fin de semana volvía a una convocatoria con el primer equipo —ya había sido citado a principio de temporada para los partidos ante Osasuna y Sevilla— debutaba en Primera División a su paso por el Metropolitano y se convertía en el segundo jugador de la casa que se estrena en la máxima categoría con Jagoba Arrasate en el banquillo tras Marc Domenech.
Nacido en Catalunya, la tierra de su madre, aunque binissalemer de adopción y de corazón, Salas era una de las sensaciones del equipo juvenil que la temporada pasada ganó la Copa del Rey —él no pudo jugar la final por sanción— y se metió en la Copa de Campeones. Este sábado recibía en el campo del Atlético de Madrid la recompensa a muchos años de esfuerzo en las galerías de Son Bibiloni y abría una puerta reservada a unos pocos elegidos.
Hijo de Miquel Àngel Salas, que destacó en el Atlético Baleares y en los noventa hizo carrera en Segunda B en clubes como el Figueres y el Terrassa, Jan entraba al campo en el minuto 81 para sustituir a Dani Rodríguez y en el poco rato que pasaba sobre el tapete se hacía notar. Dirigía, se atrevía a disparar y protagonizaba una de las imágenes más llamativas de la jornada al ser cazado por Gallagher en una jugada en la que futbolista británico podría haber sido expulsado.
«Estoy muy contento y la verdad es que no se ha notado que era su debut», decía Jagoba Arrasate después del partido. «Ha hecho lo que se le ha pedido y ha tenido incluso un tiro. Es una buena noticia para el club y para él, por supuesto», apuntaba el técnico de Berriatua tras darle la alternativa frente a uno de los grandes de LaLiga.
Como Domenech, que llegó a ser titular con el Mallorca a principios de curso, Jan Salas fue uno de los elegidos para hacer la pretemporada con el primer equipo y mostrarle su catálogo a Jagoba Arrasate, que no ha dudado en tirar de él cuando se le ha abierto un boquete en el centro del campo con las bajas de Manu Morlanes, Antonio Sánchez y Omar Mascarell. La factoría de Son Bibiloni ya tiene otro ejemplo a seguir.