El Mallorca vivió otra noche aciaga en Balaídos. Jagoba Arrasate agitó la coctelera en el vestuario, removió a casi todo el once que alineó ante el Barça -ocho cambios- y la consecuencia fue un equipo plano y sin ideas que apenas generó peligro en el primer acto con un par de remates de Larin y al que la expulsión de Raíllo –manotazo al balón cuando era el último hombre– acabó por tumbarle a la lona.
Los menos habituales no pasaron el examen ante un Celta que tampoco necesitó realizar un gran partido para embolsarse el triunfo. Jagoba rescató del ostracismo a Van der Heyden y a Javi Llabrés para enviarlos directamente al césped. Acusaron la inactividad y tampoco pudieron alterar el destino.
El Mallorca se fue diluyendo a medida que la noche avanzaba. Las acciones a balón parado de Dani Rodríguez se convirtieron en el único argumento ofensivo de un equipo demasiado previsible y desconectado. Ya sin Raíllo, remachó Aspas para cerrar una de las noches más oscuras del curso.