La épica victoria del Real Mallorca en el Benito Villamarín ha tintado el papel de este inicio de campeonato de ilusión. Los de Jagoba Arrasate le han perdido el respeto a los rivales y tras un inicio espeso, se empiezan a ver los primeros brotes verdes del cuerpo técnico.
Con el de Berriatua en el banquillo se está viendo un Mallorca vertical, al que no le quema el balón, intenso sin él y con las ideas muy claras. Las tres victorias en siete jornadas avalan un cambio de tendencia que era necesaria. Sin embargo, la clave está siendo la efectividad en ambas áreas. Con seis goles a favor y cinco en contra, está rentabilizando muy bien las ventajas. Cada tanto que anota el Mallorca supone 1’8 puntos en la clasificación, el valor más alto de la categoría. Y es que, a pesar de que el equipo llega con más asiduidad al área rival, no consigue materializar las ocasiones que genera. Únicamente Vedat Muriqi y Abdón Prats han sido los delanteros que han visto puerta en este inicio de liga. De hecho, el máximo goleador es Dani Rodríguez con dos tantos. Un dato que indica que les cuesta mucho materializar, pero que le da una rentabilidad tremenda a los goles que marca.
El Mallorca es el séptimo equipo que más grandes oportunidades pierde. Nueve veces se ha quedado con las miel en los labios de poder alzar los brazos para celebrar un gol. Es un indicativo de que se alcanzan posiciones cómodas para poder anotar en diversas situaciones.
En el lado contrario, la seña de identidad que dejó Javier Aguirre anotada en el despacho del cuerpo técnico sigue vigente. La seriedad defensiva no se negocia en Son Bibiloni y Arrasate ha heredado una virtud, de la que hace su salvación. Lo ha comentado en alguna rueda de prensa y lo está ejecutando sobre el terreno de juego. Promediando 0’7 goles por partido, con tres porterías a 0 y siendo el segundo conjunto con menos goles encajados, el Mallorca basa su éxito inicial en su aspecto defensivo.
Tal vez, reciba más disparos, es el segundo equipo en que sus porteros tienen más trabajo. En los siete primeros encuentros, Leo Román y Greif promedian 4,3 paradas por partido, pero el por qué es evidente. Al no vivir tan replegados en campo propio, los espacios aparecen en distintas zonas, por lo que el rival tiene vías de acceso directo mucho más cómodas que con el sistema de Javier Aguirre. A pesar de ello, el buen hacer de los guardametas y la capacidad de defender área propia de los futbolistas desembocan en que tan solo se ha recogido el balón de dentro de la portería en cinco ocasiones.
Con Raíllo y Valjent en la retaguardia, Antonio y Mojica en los laterales, la defensa del Mallorca sigue siendo tan inexpugnable como los años anteriores. La pareja de centrales vive más lejos de su portería y con un efectivo menos, pero han recibido con brazos abierto esta mutación. De hecho, a rasgos generales, han crecido enormemente en las coberturas y la contemporización al momento de saltar ante la figura de un jugador rival. Sea como sea, el cambio de estilo ha sido más fácil de imponer de lo que se esperaba, aunque la herencia sigue latente en ambas áreas.