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LA HISTORIA

César Mota y el balón de oro

El que fuera masajista del Real Mallorca conserva la pelota utilizada en la final de Elche firmada por la plantilla de esa temporada

César Mota, en una imagen junto al balón que utilizó el Mallorca en la final de Elche y a la reproducción de la Copa que se ganó en 2003 y que le corresponde como componente de esa plantilla.

| Palma |

El 28 junio de 2003 el Mallorca alcanzó la gloria en Elche. En el Martínez Valero ganó su primera Copa del Rey poniendo el broche de oro a una etapa donde la afición bermellona vivía en un continuo sueño. Apagados los focos y poco antes de emprender la marcha del estadio, César Mota, fue un visionario y aparcó por un momento la euforia de ese instante para hacerse con el balón de la final y pasarlo de mano en mano de toda esa plantilla para que estampara su firma. César lo fue todo en el club, pero para resumir sus últimos años, estuvo trabajando de ayudante de material y de masajista. Era y es la bondad personificada y cuando había algún problema en el Mallorca, por regla general uno de los que siempre tenía el teléfono en marcha para ayudar a solucionarlo, era él.

César Mota fue jugador del Mallorca en las categorías inferiores, también empleado en el filial y el primer equipo y nació en las entrañas del Lluís Sitjar. Hasta 2017 fue masajista en el primer equipo. Tuvo un privilegio único: el viejo Es Fortí era el jardín de su casa. Muchos conocen su historia porque es hijo del que fuera también responsable de material y conserje del Mallorca en los años 70, que es cuando nació César. Su domicilio estaba fijado en los bajos del Sitjar. Ahí vivió sus primeros años y cada tarde, cuando el equipo ya había entrenado y el campo se quedaba en silencio, agarraba un balón más grande que él y empezaba a pelotear en el césped. A partir de ahí hay que ir sumando años hasta encadenar más de 30 entre jugador y empleado. Toda una vida. Tras salir unos años, fue de nuevo Bartolomé Beltrán quien tuvo la enorme sagacidad de recuperarle para el club porque sabía de dónde venía, quién era y lo que podía dar al Mallorca.

Volvieron a juntarse con José León, exutillero del club y ahora en la selección española, para seguir fortaleciendo una amistad incombustible. En 2017 lo años de servicio al club y la entrega incondicional no sirvieron para que la dirección que en esos momentos comandaba el club entendiera quiénes eran José y César y decidió poner fin a toda una vida en el Mallorca, mejor dicho, al servicio del Mallorca.
César es un capítulo importantísimo de la historia del Mallorca porque ellos fueron protagonistas directos de esos grandes y no tan grandes momentos que completan la larga historia de la entidad bermellona.

Uno de los protagonistas imprescindibles de la final en Elche, que César pudo vivir desde dentro, fue Samuel Etoo. «Cuando íbamos de camino al campo había un silencio sepulcral en el autocar. Nadie hablaba –relataba César– y la concentración era total. Al llegar a la explanada vimos a la afición gritar y animar y entonces Samuel, sin mediar aviso, se levantó y empezó a gritar ‘!Esta final va a ser nuestra! ¡Vamos a ganar! ¡Vamos a ganar!' Después salió del bus con el puño en alto y ahí empezó ya a ganarse el partido», relataba César.

César, junto a una muestra de camisetas que vistieron los jugadores del Mallorca en las finales.

Y es que con Samuel hay muchas anécdotas. Por ejemplo esta que recuerda de un partido en Europa: «Jugamos un partido de la Copa de la UEFA en Moscú, era la tercera ronda y el campo estaba nevado. Hacía un frío impresionante, como nunca lo había sufrido. Empezamos la primera parte y en el descanso, cuando los jugadores entran en el vestuario, viene Samuel y me dice que no siente ni las manos ni los pies de frío que tenía», explicaba César. La situación poco a poco fue mejorando. «Imagínate a un africano de la noche a la mañana ahí en Rusia; estaba helado. La solución que se me ocurrió de urgencia fue hacer una pequeña hoguera cerca del lugar que ocupaba en la caseta. Cogí algodón y un poco de alcohol y pudimos hacer una pequeña fogata donde él se encontraba para poder calentarle los pies y las manos. Mientras tanto le iba dando masajes a los pies cuando se calentaba las manos y a las manos cuando acercaba los pies a la fogata. Así durante quince minutos. Le fue bien sin duda porque en la segunda parte consiguió marcar un gol de los tres que el Mallorca anotó».

El relato no podía ser completo sin un nombre propio, el de Luis Aragonés. Nos trasladamos ahora a un partido que disputaba el Mallorca en el estadio de Son Moix. «Terminó el descanso de un encuentro y el equipo empezó a salir al campo. O bien yo o Luis Martín o José siempre salíamos los últimos de la caseta con el fin de ordenarla, recoger las vendas, algo de material y dejarlo todo preparado para cuando regresase el equipo tras el partido. Normalmente el encuentro lleva cinco minutos ya jugándose del segundo tiempo y es cuando nosotros salíamos del vestuario. Antes de abandonarlo siempre gritábamos, «¿queda alguien?» y en esa ocasión también lo hicimos, pero salimos al mismo tiempo que el equipo y no contestó nadie. Seguimos el protocolo y cerramos el vestuario. Entramos al campo y nos sentamos al lado del banquillo ya con la segunda parte en marcha. En esas que alguien se percata de que no está Luis Aragonés. ¿Dónde está el míster? empezamos a preguntarnos todos y resultó que lo habíamos dejado encerrado en el vestuario. Fuimos corriendo y nos lo encontramos ahí pegando golpes como un loco pidiendo que le abriéramos. No sé dónde se debió meter, pero supongo que en el baño, que al estar en la parte de atrás quedaba algo lejos. Le abrimos y no nos dijo nada, pero era para echarnos un buen paquete», relataba César.

Aragonés, sin duda, fue clave también en la carrera de Mota en el Mallorca porque cuando Jaime Pedrós se jubiló, los planes del club pasaban por incorporar a un nuevo masajista, pero Luis impuso su criterio y dijo que quien tenía que cubrir el puesto del histórico recuperador era él. Ibagaza también ha sido uno de los grandes amigos de César. «Recuerdo que un día me dijo que si fichaba por el Atlético de Madrid tendría un detalle conmigo y lo tuvo, vaya que si lo tuvo, me regaló su Rólex». Y es que César es un libro de vivencias. La Copa de Elche es una más. Una de las muchas que experimentó en primera persona. A día de hoy está fuera del club, pero sigue llevando el Mallorca en lo más profundo de su corazón.

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