Resuelta la semana copera para Mallorca y Sevilla con triunfos ante el Valle Egüés y el Astorga, ambos equipos vuelven a centrarse en el campeonato liguero donde cada uno en su plaza vive una verdadera pesadilla. Más notable es la del conjunto hispalense, un grande hoy por hoy venido a menos y que ya ha llevado a cabo un relevo en el banquillo y todo hace indicar que no será el último esta temporada.
Sevilla y Mallorca deben mirar atrás en el calendario y dirigir su vista al mes de septiembre para encontrar las últimas victorias. El once sevillista ganó al Almería en la jornada 7 de Liga mientras que el Mallorca lo hizo en la 5 ante el Celta. En la clasificación el conjunto del Pizjuán está solo dos puntos por encima de los mallorquinistas, que con once delimitan la zona de salvación.
Resulta evidente que la presión es para los dos y se hace difícil calibrar quién llega con el agua al cuello y quien a la altura de la nariz.
Los tambores de guerra retruenan con fuerza tanto en Nervión como también en Son Moix. Javier Aguirre precisa de un triunfo para refrendar su credibilidad al frente del equipo. Tanto él como su compañero en el Sevilla viven desde hace tiempo con la amenaza de la destitución sobre sus cabezas. Es muy sospechoso que en el momento más débil del entrenador, cuando la grada ya ha mostrado su desacuerdo, no salga públicamente el director deportivo, Pablo Ortells, a refrendar la figura de Aguirre. En la previa del encuentro ante el Sevilla tiene una buena oportunidad para cerrar filas en favor del mexicano al que renovó y que en este momento precisa de un espaldarazo por parte del club. El silencio siempre es sospechoso.
Otra cosa es cómo puede responder Son Moix ante un resultado adverso. La paciencia tiene un límite y la mejoría que dice ver Aguirre de forma tan clara no resulta tan cristalina. No al menos en la medida que debería ser tras gastarse cerca de treinta millones de euros en futbolista.
El Sevilla no tuvo tanta paciencia y se cargó a Mendilíbar casi a las primeras de cambio, aunque la situación no ha cambiado e incluso hasta ha empeorado. Está claro que un cambio de técnico en ocasiones puede ser sinónimo de reacción en el vestuario, pero en Sevilla no ha sido así. Además los tambores de guerra en el Pizjuán no solo tienen consecuencias en lo deportivo, van más allá y ya se han acomodado en la planta noble, con un presidente sin credibilidad y con Del Nido ejerciendo una presión sin igual.
En este escenario de arenas movedizas el triunfo tiene un doble valor porque además de los tres puntos que se ganan, la moral de un rival directo queda todavía más tocado. El Mallorca lo sabe y además quiere romper de una vez por todas la estadística y ganar en casa por primera vez esta temporada. Lo necesita como el comer, como el aire que respira. Por ahora no ha caído en descenso más que por méritos suyos por deméritos de Granada y Celta de Vigo, que todavía dibujan una línea aún más descendente que los mallorquinistas. Mientras eso dure todo irá bien, pero cuando al conjunto vigués le dé por ganar un partido el problema será mucho mayor. Aguirre se queda con la segunda parte ante el Alavés donde la presencia de Larin agitó el encuentro, pero no contó con la falta de mordiente del canadiense en dos mano a mano con el portero.
El conjunto bermellón ha malgastado dos de las tres balas que tenía en casa con empates frente a Cádiz y Alavés. De los nueve puntos en juego en esta ‘miniliga' de tres encuentros por el momento suma dos por lo que es innegociable ganar al Sevilla.
Abdón Prats jugó todo el partido de Copa por lo que puede que ante el once andaluz juegue de inicio Larin y el de Artà descanse. El sábado dos de los equipos que dibujan una línea irregular más pronunciada medirán su estado de crisis en un choque que puede ser terapéutico para quien gane y mortal para el que no consiga nada. El empate ni que decir tiene que deja las cosas igual de mal para ambos. Es un resultado inútil para dos conjuntos que solo puede mejorar su estado de salud ganando.