En el día señalado, el Mallorca volvió a pegarse un tiro en el pie después de filmar una primera parte impropia de un equipo profesional -timorato y atenazado, vivió a merced del Alavés- y de un segundo acto marcado por los fallos (otra vez) de Cyle Larin. Al igual que el pasado miércoles, el empate resulta insuficiente para calmar los ánimos y la reacción tras el descanso no debe ocultar la infame propuesta inicial y, sobre todo, los números de descenso que está firmando el grupo. Solo los guarismos de los tres últimos mantienen al Mallorca fuera de las plazas de Segunda, pero alegrarse de las desgracias ajenas no se antoja como la mejor solución para esconder tus propios problemas.
Aguirre está bloqueado. El técnico mexicano cambia de sistema y de jugadores, pero no acierta con la tecla. Hay partidos en los que quizás hizo más para ganar que algunas de las victorias que sí conseguía el curso pasado. Pero en estas dos finales en Son Moix ante Cádiz y Alavés, ni el entrenador ni los futbolistas han estado a la altura de las circunstancias. Dos puntos antes dos enemigos directos suponen un botín excesivamente escaso para un conjunto que todavía no ha logrado la victoria en casa (iguala la peor marca de su historia) y que pierde crédito de forma alarmante.
Los resultados de los rivales sujetan a Aguirre, pero ¿qué pasará cuando el equipo caiga en descenso...? Solo Ortells lo sabe... Odebería saberlo.