El Mallorca salió del talibanismo de Javier Aguirre, que decidió apostar por un 4-4-2 en rombo y con Amath cayendo a bandas. Sin embargo, el resultado del cambio fue igual de efímero que siempre.
El Mallorca lo intentó, pero sin corazón y con menos cabeza que nunca ante un Alavés totalmente inofensivo que dejó más lagunas que luces.
La conclusión es sencilla. Aguirre puede poner en liza la formación que quiera, que el equipo seguirá siendo igual de plano e intrascendente en ataque. Esta vez, el único que estuvo cerca de romper el empate diplomático fue Larin, que dejó su mejor actuación con la casaca bermellona. Tampoco sirvió y el conjunto isleño volvió a no ganar en casa ante un rival directo que habitará zonas peligrosas en mayo.
Ahora llega el Sevilla y no parece que el panorama sea mucho más alentador. El equipo necesita un cambio y debe ser hoy.