A falta de victorias, el Mallorca acabó llevándose a la boca un punto azucarado. Los de Javier Aguirre amontonan seis jornadas sin ganar y sin sacudirse las dudas que les cubren desde hace dos meses, pero viendo el desarrollo de la jornada y de su propio partido se acercan otro paso a la permanencia. Un empate que le permite mantener a raya al Valladolid y tachar otra jornada en el calendario sin que el colchón se desinfle. Todo un lujo en esta época del año.
El partido de Zorrilla, como en su día el del Martínez Valero, tuvo casi de todo. De lo bueno y de lo malo. El Mallorca se fue al descanso frustrado con su destino, pero demostró después que cuenta con lo mínimo que hay que exigirle a un equipo para competir en una gran liga: un porterazo y un delantero con las botas (y la cabeza) untadas en pólvora. Predrag Rajkovic, pese a irse con tres goles en la mochila, sostuvo al equipo cuando tuvo que hacerlo —impagable su parada al disparo a quemarropa de Óscar Plano justo antes de pasar del 0-1 al 1-2— y la obra del Pirata Muriqi abarca el cincuenta por ciento de la producción ofensiva del equipo (12 goles de 25).
Entre lo malo destaca sobre todo la pérdida de músculo que ha sufrido el Mallorca en defensa, algo que, evidentemente, tampoco ha pasado desapercibido para Aguirre. En Valladolid había muchas bajas, sí, pero hace tiempo que la armadura de los bermellones parece de papel.