En una posición holgada y con seis puntos y seis rivales de margen por el retrovisor del descenso, el Real Mallorca se adentra en el tramo definitivo del campeonato cargado de dudas. El grupo bermellón transmite peores sensaciones de lo que indica su cómoda situación y alcanza el parón con unos números diametralmente opuestos a los del último paréntesis. El Mallorca se marchó de vacaciones antes del Mundial con diez puntos sobre doce posibles, victorias en Mestalla, Villarreal, ante el Atlético de Madrid... Competía ante cualquiera. Sin complejos. Daba igual en Son Moix o a domicilio. Ahora, las tornas se han cambiado. Cada partido fuera se ha convertido en una tortura para un Mallorca que llega al descanso igualando su peor marca de toda la temporada.
A pesar de su escaso botín (tres derrotas y un empate en las cuatro últimas jornadas) las huestes de Javier Aguirre siguen alejadas del fango... pero con una inercia que no invita precisamente al optimismo. La derrota de este domingo en Heliópolis mantuvo el guión de los últimos duelos a domicilio. Un Mallorca bien ordenado atrás en el primer acto, incapaz de levantarse al primer bofetón nada más descorchar el segundo tiempo y sin ninguna capacidad para generar peligro a un Betis que tampoco necesitó ofrecer su mejor versión para cumplir con el trámite. Aguirre se quedó a gusto cargando contra LaLiga por los horarios. Tampoco estaría de más mirarse el ombligo de vez en cuando y buscar soluciones para cambiar la pésima dinámica.