Ha vuelto la Liga aunque, visto lo visto, el Mundial podría durado otro par de semanas. En su vuelta al ruedo, el Mallorca nos regaló un clásico partido de pretemporada. Uno de esos que se pierden tras un par de despistes y sin llegar a saber quién es el portero contrario. El problema es que el encuentro del Coliseum era oficial, que despertaba a un rival en coma y que computaba en las estadísticas de la Primera División.
Si el partido de Getafe se hubiera jugado hace una semana seguro que más de uno habría tirado del clásico «Pesadilla antes de Navidad». En tiempo de comilonas, el Mallorca le brindó a su gente un primer tiempo de digestión imposible y quedó totalmente desintegrado tras el descanso. Sobre todo cuando Borja Mayoral, que en las catorce jornadas anteriores había firmado una única diana, le arreó dos golpes en la nuca de los que ya fue incapaz de recuperarse.
Plano como una tabla de planchar, el Mallorca no tuvo nada que ver con aquel equipo que volaba por el cielo de la Liga en noviembre y amordazaba a conjuntos como el Valencia, el Atlético o el Villarreal. Ni siquiera con esa formación seria y aplicada que sacaba adelante los dos compromisos de Copa sobre unos escenarios llenos de trampas. Aguirre tiene ante sus ojos un calendario agujereado y la misión de que el grupo se reencuentre. Hay colchón, sí. Pero también lo había el año pasado y la película casi termina en drama.