Mestalla siempre será un estadio especial para el mallorquinismo más sentimental. Ahí la historia dio un giro radical y el equipo en esos momentos dirigido por Héctor Cúper ofreció una función inolvidable en una de las últimas finales de Copa de la década de los noventa. Este sábado de nuevo se visita el recinto de la Avenida de Suecia (18:30 horas) y sin ser una final, el choque frente al Valencia está rodeado de urgencias. Los de Javier Aguirre llegan a la cita con un fino colchón que les separa de vagón de cola (solo un punto) y los encuentros que asoman empiezan a estar rodeados de excesiva presión. Este curso existe un condicionante que lo hace especial, el largo parón por la disputa del Mundial.
Llegar ahí en zona de descenso es un golpe anímico terrible por eso todos los equipos quieren hacer los deberes y distanciarse en la medida de lo posible del infierno de la tabla. Un parón de selecciones en descenso ya es difícil de pasar como para imaginarse lo que sería más de un mes ahí abajo, en el lodazal de la tabla clasificatoria. Para no verse en ese escenario conviene sumar puntos y victorias y hacerlo desde ya sea quién sea el rival. No está para elegir contra quién sumar y contra quién no.
Ya no hay rivales de otra Liga, hay rivales y punto y ya hace mucho tiempo que el Mallorca no gana. Ya toca. No hay excesivos motivos para el optimismo, pero los pocos que todavía perduran en el tiempo deben exprimirse al máximo. Hoy el once volverá a ser reconocible. Muriqi retorna al equipo después de dos partidos sancionado y eso ya obligará a la defensa rival a tener un problema del que preocuparse. Además, el grupo de Aguirre tendrá un patrón claro, bueno o menos bueno, pero al menos sabe que tiene que jugar para que lleguen pelotas al kosovar.
Resumido así parece un plan excesivamente pobre, pero es lo que hay. Nada más. Si se hace bien es una estrategia tan válida como cualquier otra, pero si la cosa se tuerce entonces el escenario se complica. Este Mallorca basa mucho de su éxito en no encajar. Con eso le vale y si esta situación se mantiene en el tiempo y llegar a la segunda parte con la portería a cero, el Valencia puede ser un rival batible. Sin embargo, encajar a las primeras de cambio siempre es un problema para un equipo muy encorsetado y que tiene en el sistema del 5-3-2 unos automatismos interiorizados, pero cuando tiene que salir de ahí exhibe dificultades y le cuesta dar un paso adelante.
Suele darlo, pero no con facilidad. La solvencia defensiva está fuera de toda duda, pero a partir de ahí le cuesta tener las luces abiertas. Quien debe iluminar el camino es Iñigo Ruiz de Galarreta porque no puede fiarse todo a las internadas de Maffeo y Jaume Costa. Son dos alternativas muy válidas, pero no suficientes para ganar cada partido en Primera División. Kang In, recuperado de ese proceso vírico que sufrió ante el Sevilla tiene también que marcar diferencias en la que fue su casa y donde se presupone que estará especialmente motivado. Todos los ‘ímputs' positivos tienen que exprimirse al máximo y esperar que el Valencia formado por once soldados de Gattuso no tenga su mejor día.
También puede pasar. De hecho le ha pasado más de una vez esta temporada y si bien siempre es un equipo temible, también es cierto que en según qué momento se va de los partidos, como ocurrió no hace mucho ante el Elche. Mestalla siempre suele empujar a los suyos y Gattuso ha conectado con el vestuario y con la grada y eso siempre supone un problema. Sin embargo, no hay que perder la esperanza y el Mallorca ha demostrado que también es capaz de generar problemas a los rivales, incluso a los primeros clasificados.