El Madrid siempre es el Madrid, aunque también en ese vestuario hay roles. Futbolistas con el cartel de titulares grabado a fuego en la pizarra de su entrenador y en la taquilla del vestuario. Hay jugadores que, con su simple presencia, invitan más a pedirles un autógrafo o un selfi que a robarles la cartera. Hay partidos que los grandes se toman como una oportunidad para oxigenar el vestuario y para apostar por los menos habituales. Suele suceder en los duelos posteriores o previos a una jornada Champions. Y Carlo Ancelotti ha escogido la cita de este mediodía ante el Real Mallorca (14.00 horas, DAZN) como el día ideal para apostar por la segunda unidad. Por obligación -aunque es probable que tampoco hubieran jugado-, se caen de la lista Militao y Benzema, mientras que Luka Modric o Toni Kroos observarán desde el banquillo el desarrollo de la batalla.
Esta decisión de Carletto de agitar el árbol puede tener una doble lectura según el cristal con el que se mire. Los hay que consideran que los suplentes (Hazard, Rodrygo, Ceballos...) pueden alzar la voz para ir recorriendo más kilómetros en la hora de ruta del técnico italiano... y también los que piensan, en clave barralet, que el Real Mallorca tiene una oportunidad única para volver a sumar en Chamartín más de una década después y acabar con la peor racha de su historia -seis derrotas consecutivas- en sus visitas al feudo blanco.
Al margen de estadísticas y números, la expedición mallorquinista se desplazó ayer a Madrid con una sensación amarga en el ambiente por la lesión de Tino Kadewere. El internacional zimbabuense, uno de los fichajes que realizó el club en el último momento para reforzar el ataque, se quedó en la Isla con una delicada lesión en el cuádriceps que le mantendrá varios meses de baja y que supone un duro golpe a la línea de flotación del vestuario y a la pizarra de Javier Aguirre. El preparador mexicano, que ha logrado salir con algo positivo en la mitad de sus visitas a Chamartín (dos victorias y tres empates en diez duelos), veía en Kadewere a otra alternativa para mover la línea de vanguardia... Tampoco entró Amath Ndiaye, al que todavía le queda para alcanzar su puesta a punto, por lo que la presencia ofensiva del Mallorca en el Bernabéu queda reducida al kosovar Vedat Muriqi, con Abdón Prats y Ángel en la recámara. Sí que se estrena el central serbio Matija Nastasic, fichado el último día de mercado.
Mientras que Carlo Ancelotti realizará un carrusel de cambios, Javier Aguirre parece que apostará por la base del equipo que hasta el momento se ha comportado con una sorprendente soltura a domicilio. En San Mamés logró salir sin mácula gracias a la soberbia actuación de Predrag Rajkovic -un portero que solo ha encajado de penalti- mientras que en Vallecas se lo jugó todo a su carta atrás y a una pegada notable arriba con el dúo Kang In-Muriqi como estiletes.
El primer precepto de Aguirre no tiene discusión. Cerrar la puerta se ha convertido en una obsesión para el técnico y, de momento, ha convertido a la zaga en un muro casi infranqueable. La línea de tres centrales, con Pablo Maffeo y Jaume Costa por las orillas, se antoja innegociable para El Vasco. Pero las visitas al Bernabéu son especiales. Salir colgado del larguero en el Paseo de la Castellana suele traducirse en goleada... salvo que tu portero haga el partido de su vida y los delanteros del Madrid no estén demasiado finos.
Sin Benzema, el líder pierde magia y talento arriba, aunque el brasileño Vinicius está en un permanente estado de gracia y Rodrygo, que ha arrancado el curso a medio gas, también querrá enarbolar su bandera. Y en la recámara aparece Marco Asensio. El mallorquín, cuyo futuro ha sido uno de los culebrones del verano en la Casa Blanca, apenas está gozando de minutos y parece haber perdido ese rol de las últimas campañas. El curso anterior Ancelotti le dio la alternativa ante su Mallorca y el de Calvià selló un hat-trick. No parece que hoy vaya a ser titular ante un Mallorca que quiere salir a hombros del Bernabéu.