No tiene apariencia de killer y llama más la atención por su aspecto físico que por sus dotes futbolísticas. Nunca está en las quinielas para ser el delantero titular. Muchas tardes se va a casa sin haberse vestido de corto y con una rabia interior por no haber podido defender la camiseta que se puso por primera vez cuando era un niño después de hincharse a marcar goles con el Artà. Pero Abdón Prats Bastidas está señalado por una varita mágica. Para aparecer en los momentos definitivos. Para rescatar al Mallorca del pozo y sacarlo a la superficie.
En la noche de Sant Joan de hace tres años frotó su lámpara para sellar el ascenso a Primera. Y ayer, cuando el equipo caminaba como un funambulista -un gol del Cádiz le enviaba directamente a Segunda este mismo domingo- el 9 surgió de nuevo de las profundidades de la noche para rizar el rizo y volver a abrir la puerta de la leyenda en el minuto 91. Allí donde todo el mundo oteaba oscuridad, volvió a aparecer Abdón para iluminar el camino y sellar algo, de nuevo, otro ascenso virtual en forma de salvación...