El acierto decidió. El Valencia tuvo dos oportunidades y marcó una. El Mallorca tuvo numerosas llegadas y hasta tres acciones claras para marcar y no lo hizo. Ahí estuvo el partido, en el acierto en las áreas. Es difícil de explicar, pero en esta fase de la temporada, después de dos derrotas, mi optimismo por la permanencia ha crecido. Jugando como lo hizo ante el Betis o ayer frente al Valencia lo normal es ganar o al menos no perder.
Estos dos últimos partidos han dejado dos malas noticias: las derrotas. En muchas ocasiones los análisis se hacen en base a los resultados, pero sería un error no mirar más allá. Eso sí, hay que ganar porque ya lo hace incluso el Levante. El fútbol no vive de sensaciones, vive de resultados.
Me reservo las últimas líneas para Bordalás y el colegiado sin perder de vista que el Mallorca encajó en el minuto 3 y que hubo mucho tiempo por delante para igualar el choque. El Mallorca se identifica desde el carisma de Raíllo, la visión de Salva, el empuje de Take y la pegada de Muriqi. Hablo de identificación de un equipo sin desmerecer al resto de jugadores. El Valencia de ayer se identificó desde la visión de Bryan Gil y la pizarra salvaje de Bordalás. Jamás podía caer tan bajo un club tan grande. No lo entiendo. Como tampoco puedo entender que Figueroa Vázquez esté en Primera División.