Cuesta abajo y sin frenos. El Mallorca está en caída libre y todavía no se adivina el fondo de su crisis. El grupo de Luis García Plaza transmite desconfianza y miedo; inseguridad y desorden. Ha perdido ese espíritu competitivo que le definía en el arranque de campeonato y anda sumido en el caos más absoluto. Solo así se entiende que el lateral izquierdo suplente (Oliván) asuma la responsabilidad de lanzar el penalti -con Kubo por ejemplo sobre el césped-, que salga el norteamericano Hoppe después de varios meses fuera de combate o que Abdón Prats ingrese en el terreno de juego rebasado el minuto 95... Son tres detalles que definen el estado de nervios en el que se encuentra ahora mismo el Mallorca.
El conjunto balear, cumpliendo con la tradición de los últimos tiempos, hizo todo para resucitar a un Levante moribundo que le endosó la tercera derrota consecutiva -la peor marca del curso- y acrecentó las dudas justo en el momento de descorchar la segunda vuelta. Con tiempo todavía para reaccionar y el mercado de invierno abierto, todas las miradas apuntan ahora a Pablo Ortells.
El director deportivo debería acelerar al máximo las gestiones para reforzar a un vestuario que está pidiendo a gritos una bocanada de aire fresco. Sin Lago ni Febas ya en la caseta -no serán los últimos- cada día que pase sin refuerzos es un día perdido para un Mallorca que no está para perder el tiempo...