El paso de los días y la ola de contagios por COVID están aguando una de las visitas más esperadas de la temporada al estadio de Son Moix. El Barcelona, que tendrá el honor de ser el primer forastero que desfila sobre la pasarela del Camí del Reis en 2022, sigue perdiendo peso y amontonando bajas a medida que se acerca la hora del partido. El último en ponerse a la cola de los ausentes es Jordi Alba, cuyo positivo se anunciaba este martes a través de uno de esos comunicados que se replican una y otra vez desde hace unos días. El lateral izquierdo, autor de uno de los goles de la anterior visita azulgrana -en el primer encuentro que se disputó en Palma después el confinamiento- se cae de una pizarra, la de Xavi Hernández, en la que también faltan los nombres de otros dos contagiados, Dani Alves y Clement Lenglet; los sancionados Gavi y Busquets y los lesionados Ansu Fati, Memphis Depay, Pedri, Sergi Roberto y Martin Braithwaite.
Lo cierto es que hace ya mucho tiempo que el Barcelona no juega en Son Moix en condiciones normales. Desde noviembre de 2012, exactamente. Dirigido en aquel momento por el malogrado Tito Vilanova, el conjunto culé pasó por encima de un Mallorca que acabaría tirándose al pozo en junio del año siguiente (2-4). Curiosamente, el encargado de abrir ese día la lata fue Xavi Hernández, que ponía el 0-1 en el marcador poco antes de la primera media hora. El hoy entrenador culé será, junto a Gerard Piqué, el único superviviente de aquella cita que años después sigue siendo referencia. Los otros son Dani Alves, Busquets y el propio Alba. Y ninguno viajará con sus compañeros este fin de semana.
El destino ha querido que esta nueva entrega de los Mallorca-Barça llegue marcada otra vez por la incertidumbre. En marzo de 2020, después de una agotadora travesía por el desierto que apartó a los baleares de la Primera División durante seis años, todo estaba preparado para abrirle las puertas de Son Moix a un rival todavía liderado por Lionel Messi que iba a empezar a defender el liderato que acababa de recuperar. El 9 de marzo y en la misma semana del encuentro, el Mallorca ponía en marcha una serie de acciones especiales entre su hinchada de cara a los cinco partidos que faltaban para abrochar el campeonato en casa, pero el coronavirus andaba ya desatado y en los dos días posteriores se lo llevaría todo por delante. A la mañana siguiente (martes, día 10) el Gobierno decretaba que todo el deporte profesional tendría que disputarse sin público las dos próximas semanas como medida de prevención, una decisión que en clave rojinegra ponía entre paréntesis al esperadísimo encuentro contra el Barça.
Un día después la OMS declaraba que el coronavirus se había convertido ya en una pandemia Y en esa escalada imparable, LaLiga apagó la luz el jueves 12 de marzo. Lo que en principio iba a ser un punto y aparte de dos semanas derivó en casi tres meses de congelación. Porque el mismo día que el Mallorca tenía que recibir al Barça se decretaba el Estado de Alarma y llegaba el confinamiento. El partido se jugó tres meses después, sin nadie en las gradas y con el estadio adornado por un sobrecogedor silencio. Eso no evitó que en plena batalla se colara un espontáneo y apareciera sobre el césped con la intención de hacerse un selfie junto a Messi. Tampoco impidió que los de que Quique Setién dominaran de principio a fin un pulso de dirección única.
La visita de este domingo (21.00 horas) del Barça, que de momento solo aspira a engancharse al tren de la Liga de Campeones, debía ser especial. Es el primer encuentro del año y quedaba encajonado en mitad de las fiestas navideñas, lo que le otorgaba un plus de interés a la cita. Sin embargo, el conjunto azulgrana, desplumado el pasado verano con salidas como las de Antoine Griezmann y, sobre todo, Lionel Messi, ha ido perdiendo todavía más alicientes para el espectador a través de unas bajas que, en cualquier caso, también van a sacudir al Mallorca. Son Moix contemplará a un equipo mucho más terrenal. Veremos si también más vulnerable.