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Normalidad a medias en el regreso a Primera

Sólo algunos socios del Real Mallorca pudieron volver a las gradas por las restricciones de público por la pandemia. | Miquel Àngel Borràs

| Palma |

La nueva normalidad sigue sin calar del todo en el fútbol español, aunque los estadios de LaLiga van recuperando poco a poco la vida. Son Moix, como el Nuevo Mirandilla, Mendizorroza o un día antes Mestalla, se acercó a lo que era hasta hace no tanto para celebrar su regreso a la cumbre. Y no fue lo de siempre, aunque por momentos lo pareciera. El Mallorca-Betis, que en otras circunstancias hubiera convertido al recinto bermellón en un pequeño hervidero, lo fue sobre todo por la temperatura.

De todas formas, los 32 grados que marcaba el termómetro a la hora del encuentro —la sensación térmica era superior, aunque en la mayor parte del recinto el sol ya no caía a plomo— tampoco impidieron que los 6.279 espectadores —no se cubrió el cupo, ya que se había permitido la entrada a 8.775— se lo pasaran en grande viendo a su equipo otra vez entre los mejores y desde la tribuna. Hubo gente que no entró por no cumplir las normas exigidas.

Precauciones

Los que sí cruzaron la barrera exterior disfrutaron del fútbol guardando las distancias, en una localidad aleatoria, sin los compañeros de grada habituales y con el rostro parcialmente cubierto. Eso sí, nada que ver con el último encuentro de Primera que se había jugado en Palma en julio de 2020, zanjado con los jugadores llorando el descenso en un estadio desierto y en mitad de un silencio desgarrador.

La afición, hambrienta de fútbol, nervios y emociones, ni siquiera faltó a la llegada del Mallorca al Camí dels Reis, algo poco habitual a estas alturas del verano donde todo pasa en la costa. Tampoco faltaron, como no, los seguidores del Betis, esos mismos que en otro momento habrían coloreado un pedazo importante de las tribunas. Sin olvidar, en cualquier caso, que los que tuvieron la suerte de ver a los verdiblancos in situ fue gracias a la colaboración de los abonados del Mallorca que les cedieron sus entradas.

Tras la bienvenida que seguro que el equipo agradeció, la gente se fue dispersando para conquistar las zonas de sombra que hay en los aledaños de Son Moix y encontrar algo con lo que refrescarse antes de entrar al estadio de forma escalonada, tal y como se especificaba en las entradas repartidas y tal y como exigía el protocolo.

Una vez dentro, nada que ver con los estadios del resto de Europa, donde las gradas están a rebosar y el fútbol sí que ha vuelto a su sitio. Al de antes. Al de siempre. También es verdad que una vez que empezó a girar la pelota eso fue lo de menos y que Son Moix, salvo por el mazazo que supuso la diana del empate de Juanmi tras el descanso, retumbó por momentos. La Liga, o una parte de ella, estaban de vuelta. Y el Mallorca volvía a ser equipo de Primera División.

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