El Mallorca volvió a extender las alas. Ocurrió en Vallecas (1-3), donde el grupo de García Plaza alteró su racha menos productiva del curso, la que había puesto en duda su capacidad para resistir entre los dos mejores equipos del torneo. La función estuvo repleta de paradojas y exigió a la escuadra balear más orden y sacrificio que cualquier otra cosa. El Rayo marchó bien en casi todas las facetas del juego, pero atrás fue una verbena.
Sus concesiones defensivas marcaron a fuego el desarrollo del encuentro. En apenas 20 minutos, el Mallorca había enterrado a su adversario y empaquetado el triunfo (0-3). Su gran mérito fue aprovechar los errores locales y después gestionar el partido con oficio.
Aunque la misión era imposible, el Rayo opositó para una resurrección cuando el duelo tenía grabadas las iniciales de su rival. Su empuje generó algunas dudas entre las filas bermellonas, entre otras cosas, porque Fran Gámez tuvo que marcharse antes de tiempo y Franco Russo arrastró muchos problemas para manejarse en uno de los flancos de la zaga.
Las advertencias del equipo madrileño expiraron junto al primer tiempo. Tras el descanso, el Mallorca impuso más pausa, ejerció cierto control de la situación y trasladó el partido a otro escenario. Le interesaba que no pasara nada. Y así fue.