El Fuenlabrada humanizó al Mallorca. El líder cerró el año de la pandemia quebrando su vertiginosa trayectoria en una función desbocada (2-3). El grupo de García Plaza, que encaró buena parte del partido en inferioridad (Cufré apenas estuvo 30 minutos sobre el campo y Raíllo fue expulsado cuando el primer acto agonizaba), ofreció demasiados registros en un solo partido.
Con nueve futbolistas y también en desventaja en el marcador (1-2), la reacción de la escuadra balear resultó admirable, si bien antes había completado un episodio poco convincente. Su rival, que se plantó en Son Moix con una buena herida en la frente (tres derrotas consecutivas), sorprendió por su oficio, pero también por la contundencia de sus embestidas. Obtuvo un buen rédito tras un error de Reina y volvió a golpear duro tras una acción a balón parado.
Paradójicamente, cuando mejor se le había puesto el partido al Fuenlabrada, es cuando cometió más gazapos. Quizás no esperaba a un Mallorca tan decidido a abrazar la épica, pero con dos futbolistas más, su gestión del balón fue un desastre. Sandoval lo acabó arreglando, pero su equipo llegó a tambalearse. Entre idas y venidas, otra mala decisión de Reina acabó frustrando la misión imposible. Lejos de aceptarlo, la escuadra balear insistió en su deseo de burlar la redacción del epílogo, pero el Fuenla había tomado medidas.