El Real Mallorca reveló ante Osasuna lo que lleva tiempo siendo un secreto a voces: su escasez de recursos requiere demasiadas heroicidades. La escuadra de Vicente Moreno acumula un buen puñado de partidos actuando al límite, un exceso quizás para un equipo sobrado de entusiasmo pero también con pocas horas de vuelo en la élite y huérfano de talento. Se ha amplificado todo cuando el calendario ha acentuado su exigencia.
Con menos tiempo para volver a cargar el depósito, el grupo de Moreno se proyectó en Son Moix, el lugar donde mejor suele sentirse, como un equipo blando y necesitado de tregua.
A pesar de cobrar ventaja hasta en dos ocasiones gracias a un asunto de carácter excepcional (dos penas máximas), el Real Mallorca acabó engullido por su adversario en un segundo acto donde el desplome local acabó activando las alarmas.
Osasuna suele finalizar los partidos a todo trapo, pero esta vez todo fue una exageración. Jagoba Arrasate planteó el partido sin gente como Nacho Vidal, Chimy Avila o el propio Oier, mientras que Vicente Moreno apostó por dar continuidad a los de siempre, con la única excepción de Joan Sastre, que se quedó en la grada. El desafío del técnico valenciano tuvo poco recorrido y el empate (2-2) acabó siendo una excelente noticia.