Vicente Moreno alcanzará el próximo sábado día 19 ante el Real Madrid una travesía de 100 partidos dirigidos como entrenador del Real Mallorca -sin contabilizar el choque ante el Reus que no se disputó- que inició un caluroso 20 de agosto de 2017 en el campo del Peralada. 851 días después de aquel estreno triunfal que se podía ver desde la piscina municipal del pueblo (0-1, gol de Bonilla), con dos ascensos en su hoja de servicios y en un púlpito en el corazón del mallorquinismo, el nombre del técnico masanasero está escrito con letras de oro en la historia de la entidad.
A la altura de los más grandes. Porque su gesta emula aquella hazaña conseguida por el argentino Juan Carlos Lorenzo a finales de la década de los 50, cuando también subió dos categorías consecutivas para llegar a la cima del fútbol nacional.
El destino ha querido que esta efeméride sea con un testigo de lujo, nada menos que el líder, y en un Son Moix a reventar que lucirá sus mejores galas. Esos 99 encuentros sitúan a Moreno a tiro de piedra de entrar en el top-5 en la historia del club balear en partidos dirigidos. Por delante del valenciano, que ya ha superado a Fernando Vázquez, César o Luis Aragonés, solo quedan José Luis Saso (108 partidos), Satur Grech (134), Héctor Cúper (156), Gregorio Manzano (254) y Serra Ferrer (307). De todos ellos es el que mejor porcentaje de victorias (46.46%) acumula. El balance global es de 46 triunfos, 28 empates y 25 derrotas, con 124 goles a favor y 85 en contra.
Cronológicamente, Moreno cumplió con su papel jerárquico en Segunda B -el equipo tenía que arrasar y arrasó- y se superó a sí mismo con el ascenso a Primera División -su límite salarial era el décimo de la categoría- remontando un 2-0 adverso ante el Deportivo en aquella inolvidable noche de San Juan que ya está grabada a fuego en el disco duro de la hinchada.
Contra viento y marea, con una filosofía de grupo similar a aquella Cuperativa que implantó Héctor Cúper en el vestuario hace algo más de dos décadas, el técnico está demostrando su fidelidad al grupo y a unas ideas que las llevará hasta las últimas consecuencias.
El ejemplo queda reflejado semana tras semana en la pasarela de Primera División con su apuesta por los futbolistas que iniciaron con él la travesía por Segunda B. Los Reina, Sastre, Raíllo, Salva Sevilla o Lago Junior siguen formando la base del Mallorca por la máxima categoría. Ya son conocidos como los Morenitos y han dejado en la suplencia o incluso en la grada a la mayoría de los fichajes que llegaron en verano con la vitola de relumbrón sellada en su equipaje.
Con un carácter directo, claro y la defensa del bloque por encima de todo, su renovación con el Real Mallorca hasta 2022 fue una de las noticias más celebradas por el mallorquinismo, que ve en este excentrocampista que hizo carrera en el Xerez la prolongación de Cúper por su perfeccionismo a la hora de trabajar y por saber inyectar su propio ADN en el vestuario.
En su primera temporada en la isla, Moreno completó un recorrido perfecto para salir del agujero de Segunda B. Una temporada cargada de batallas que arrancó en Peralada y finalizó en Anduva con el ascenso a Segunda como el broche de oro a un curso en el pozo. Fue el primer equipo en clasificarse para los playoff, el primero en ser campeón de grupo y dominó el Grupo III con una ventaja de ocho puntos sobre el Villarreal B, quedando campeón con una jornada de antelación. El Mallorca agarró el liderato en solitario en la quinta jornada y ya no lo soltaría hasta bajar la persiana de la fase regular.
El regreso a la categoría profesional arrancó con muchas reservas y ciertas dudas. Nadie en el club estaba dispuesto a mojarse y la palabra ascenso era tabú por los pasillos de Son Moix. Nadie se atrevía a pronunciarla. Partido a partido. Sin embargo, el equipo, con el armazón del ascenso más los refuerzos de Valjent, Dani Rodríguez y Carlos Castro -el asturiano fue el gran fiasco del curso- empezó dando buenas noticias con dos victorias consecutivas ante Osasuna y Rayo Majadahonda que prendieron la mecha de la ilusión.
Poco a poco, el Mallorca fue cogiendo una velocidad de crucero. Hubo momentos difíciles durante la temporada, sobre todo a domicilio, donde el equipo parecía incapaz de facturar los tres puntos. La posibilidad de entrar en los playoffs aparecía en el horizonte. Pero cuando tenía la oportunidad de dar un paso más, de asomarse incluso al ascenso directo, se quedaba siempre a las puertas. Convirtió Son Moix en un fortín y consiguió algunas victorias foráneas en el tramo final (Las Palmas y Málaga) que le metieron de lleno en la pomada de pelear incluso por el ascenso directo... que se esfumó tras una inesperada derrota en Tarragona ante un Nàstic desahuciado.
Había que amarrar el playoff y lo hizo con un empate en casa ante un Granada que celebró su vuelta a Primera sobre el césped de Son Moix. Bajó la barrera en el Francisco de la Hera como quinto clasificado (69 puntos) que le cruzaba con el cuarto Albacete con el factor campo en contra.
En la ida derrotó al conjunto manchego (2-0) gracias a los goles de Leo Suárez y Dani Rodríguez. Sufrió en el Carlos Belmonte, pero celebró la derrota por la mínima (1-0). La final sería ante el Deportivo, verdugo del todopoderoso Málaga.
En Riazor sufrió un varapalo (2-0) que obligaba a una proeza. A una hazaña que logró la noche de Sant Joan gracias a Budimir, Salva Sevilla y Abdón en la victoria más celebrada en Son Moix en los últimos tiempos.
De regreso a la Tierra Prometida y con la base de los Morenitos, el Mallorca compite con el ADN inyectado por su entrenador desde aquel 20 de agosto de 2017. Al lado de la piscina de Peralada...