Hay partidos en los que solo vale ganar. Sea como sea. De penalti injusto o con merecimientos... Y el Mallorca escogió esta segunda opción para recobrar la fe, empujar al Espanyol al agujero -penosa la imagen de los banquiazules-, inyectarse autoestima a borbotones y aguardar ya la visita del líder Real Madrid dentro de dos semanas con el depósito anímico a rebosar.
El grupo de Moreno no dibujó su mejor obra, pero sí plasmó en el lienzo una imagen compacta con buenas noticias en todas sus líneas. Atrás, el regreso de Antonio Raíllo supuso una bocanada de aire fresco. El cordobés en este equipo es fundamental y su presencia mejora y tranquiliza a sus compañeros. Capítulo aparte merece Gámez. Todo el verano buscando un lateral izquierdo... y resulta que estaba en el vestuario. El valenciano ha sabido esperar su momento desde el anonimato y semana tras semana deja en evidencia a los ghaneses en el lateral opuesto al suyo. Para hacérselo mirar.
El partido se gana por el dominio del centro del campo, donde la capacidad de Baba para robar balones, los kilómetros de Dani Rodríguez y los diálogos entre el maestro (Salva Sevilla) y su discípulo (Aleix Febas) acapararon los focos. Incluso Lago Junior recibió aplausos en un partido que resolvieron Budimir y Salva Sevilla y que debe servir como punto de inflexión para creer. Lástima que no te enfrentes siempre al Espanyol...