Corren días de vino y rosas en Son Moix, donde el idilio que mantiene el Mallorca con la victoria se extiende quincenalmente con rigor espartano. La dulce rutina que ha establecido el grupo de Moreno en casa devoró al Lugo (3-0), un equipo demasiado endeble para oponer resistencia a una escuadra intratable cuando se enfunda el traje de local.
Si el Alcorcón apenas resistió dos minutos sin mácula, el Lugo también fue desactivado con celeridad, un detalle que explica el convencimiento con el que se maneja el Mallorca en su guarida. Sus registros —cuarta victoria consecutiva en casa— han avivado la velocidad de la montaña rusa en la que parece viajar el conjunto balear, que reduce drásticamente su productividad cuando ejerce de forastero. No gana lejos de Son Moix desde el pasado 1 de diembre (en Reus), pero la solvencia que exhibe ante su hinchada le mantiene junto a los mejores del torneo y a unos pocos centrímetros de distancia del playoff de ascenso.
Fue Dani Rodríguez el hombre del partido. En sus dos goles jugaron un papel determinante Ante Budimir, en el primero, y Lago Junior, en el segundo, pero el gallego estuvo allí para finalizar y eso siempre resulta meritorio. Pudo haber marchado a casa con otra muesca en la culata, pero un compañero tiró de galones y lanzó el penalti que cerró el duelo.