La Asociación de Copropietarios del Lluís Sitjar lleva tiempo convertida en el corralito de Joan Aguiló. Desde que alcanzó su presidencia, el asunto del viejo/derribado estadio del Mallorca no ha hecho más que adquirir un marcado cariz tragicómico.
Hace tiempo que Aguiló no tiene ningún interés por solucionar un conflicto que lleva camino de eternizarse. Ante la última ofensiva de Cort, que puso sobre la mesa una oferta tremendamente generosa —unos 14.000 euros por acción—, la postura del empresario con intereses en Chile ha resultado difícilmente comprensible, al igual que el escaso rigor con el que se realizan las asambleas.
Durante el último encuentro entre los accionistas del Sitjar y llegado el momento de votar a favor o en contra de la propuesta de Cort, no se reclamó a los presentes ningún tipo de acreditación ni poder notarial, un detalle que sorprendio a algunos de los presentes.
Aunque la consulta entre los copropietarios no era vinculante, el resultado final (56 votos a favor de la venta y 114 en contra) deja entrever que existe una fractura significativa. Al margen de la postura del RCD Mallorca, que controla un tercio del accionariado y meses atrás pactó un acuerdo de compraventa con los responsables del Ajuntament, el inmobilismo de Aguiló está resultando decepcionante para un número importante de propietarios.
Aguiló sigue aferrándose a una particular tasación del solar y considera prácticamente ridícula la elaborada por los técnicos de Urbanisme sobre un solar destinado a equipamientos deportivos. Aludir al interés general es absurdo; incomprensible para alguien que permitió que el Lluís Sitjar acabara convertido en una ruina; en una seria amenaza para los habitantes de Palma.