El Mallorca vuelve este martes al trabajo cuando se cumplen apenas nueve días del último ridículo de la temporada, el que protagonizó en Soria tras perder ante el Numancia. No fue un trauma para un puñado de jugadores que posteriormente decidieron empezar las vacaciones con una fiesta por Madrid, un hecho que no tendría mayor trascendencia de no ser por la situación del equipo en la clasificación y por el papelón que el equipo hizo en Los Pajaritos.
Los que se fueron de fiesta y los que no volverán a encontrarse en Son Bibiloni con la cuesta de enero a las puertas y con un calendario que asusta, como el juego del Mallorca. Mirandés el día de Reyes, posteriormente fuera de Palma Getafe (día 15) y Reus (día 22), para cerrar el primer mes de 2017 con el Cádiz de Alfredo Ortuño (29).
No hay tiempo para más fiestas. No al menos si lo que se pretende es tratar de despegar, aunque el club, consciente de que es imprescindible dar un lavado de cara a esta plantilla, lleva días trabajando.
Con apenas 250.000 euros de límite salarial para acudir al mercado, cualquier revolución es inviable. Por eso hay que soltar lastre, mirar el cómputo de minutos de uno y otro, el rendimiento hasta ahora y la ficha que perciben y orquestar una solución que en ningún caso será fácil.
Al menos ahora el objetivo sí está claro y este no es otro que salvar la categoría, si es posible, intentando que este reto no se firme la última jornada de Liga. ¿Está capacitado el plantel actual para lograr este objetivo? Visto lo visto por ahora no, por eso no queda más remedio que dar un nuevo y urgente empujón al grupo dotándolo de más calidad y de un nuevo impulso.