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El Mallorca más añejo mantiene el suspense (1-1)

Alfaro controla un balón frente a su compañero Iriney y un jugador del Girona. | Rosa Mª García

| Girona, España |

Girona 1 - 1 Mallorca

Girona: Becerra, Iván López (Chando, min.80), Migue, Richy, Ramalho, Eloi, Timor, Juncà, Tato (Matamala, min.67), Jandro y Ortuño (Felipe Sanchón, min.80).

Mallorca: Aouate, Ximo, Nunes, Bigas, Antonio López (Geijo, min.70), Iriney (Alex Moreno, min.58), Martí, Thomas, Nsué, Alfaro y Hemed.

Árbitro: Trujillo Suárez (Comité Tenerife). Mostró tarjeta amarilla al local Junca y al visitante Antonio López. También mostró tarjeta roja por acumulación de amarillas a Jandro (min. 36 i 66).

Goles: 1-0, Migue, min.42; 1-1, Hemed, min.77.

Archivados cuarenta fascículos del campeonato, el Mallorca ya sabe que se enfrenta a un final de campaña eléctrico y taquicárdico. Sobre todo, porque se fue ayer del campo del Girona sin nuevas heridas en el cuerpo, pero también con la incertidumbre en el equipaje. Los de Olaizola, apoyados en las canas y mejor enfocados en todas sus líneas, estuvieron a punto de pagar un alto peaje por sus errores más distintivos, pero acabaron tomando aire con un gol terapéutico de Hemed con la cara, en un salto junto a Geijo, que puede incrementar su valor en las próximas semanas (1-1).


En el estreno de su primera función y con el yunque de la clasificación sobre el cuello, apostó Olaizola por una pócima tan habitual como controvertida: rodearse de galones. Más allá de esa garra, carácter y compromiso de los que habló en su presentación, optó el técnico vasco por revolver los cajones rescatando a los futbolistas con más recorrido de la caseta y por ponerlos a todos en fila antes de empotrarlos de nuevo en un once añejo y forrado de veteranía. Aouate, Nunes, Antonio López o Martí. Todos encontraron su asiento en una final sin prórrogas ni segundas oportunidades. El no va más.

Y lo cierto es que el ‘efecto Olaizola' se trasladó al campo en cuanto se levantó la persiana. Escoltado por casi doscientos aficionados que se dejaban la garganta desde una de las esquinas de Montilivi, el Mallorca se arremangó y se ofreció a redactar el guión del partido. Con una actitud mejorada y a una velocidad superior a la que había promediado durante el resto del curso, el bloque produjo mucho y bien de salida. Sin embargo, lo que no ha tenido tiempo de afinar el nuevo cuerpo técnico es el punto de mira que señala el balcón del vecino. Porque de ser así, Nsue hubiera inclinado el campo a los tres minutos. Al final y para no perder el hilo del ejercicio, se bloqueó ante Becerra y dejó que la hoguera inicial se apagara.

Pese a todo, el Mallorca mantuvo el motor en marcha. Agresivo y enseñando los dientes en cada balón dividido, parecía tomar el buen camino el conjunto balear, que solo echaba en falta algún dardo con el que anestesiar y empujar al vacío a un Girona que apenas exponía ideas sobre el tapete. Solo una buena contra liderada por Ortuño y abortada por Aouate acreditó sus constantes vitales.

Sin quererlo y cuando parecía que empezaba sacarle partido a su nueva terapia, el conjunto bermellón sacó a pasear a todos sus fantasmas. De repente, casi sin avisar. Primero, Alfaro tiró a la basura la mejor ocasión del primer acto. Todavía con las manos sobre la cabeza, Nunes se durmió antes de echar el pestillo y aunque Bigas redujo el dolor forzando el córner, una mala salida de Aouate acabó con el balón agitando sus redes. Migue detonaba el pulso antes del descanso y el Mallorca, presentable hasta entonces, iniciaba su deshielo particular.

El Girona mantuvo alta la barbilla después del intermedio y pudo provocar daños más serios, sobre todo por el costado izquierdo, donde Ortuño se empeñaba en asfaltar una autopista. No obstante, se le fundieron pronto los plomos al cuadro de Machín, que quedó a la intemperie tras la expulsión de Jandro. Forzado por la necesidad, el Mallorca inició un bombardeo. Con Ximo y Nsue sirviendo balones y Hemed y Geijo rematándolo todo, engarzó hasta tres derechazos que disolvió como pudo Becerra. Pero con el cuarto no pudo y Hemed, en pugna con Geijo -que celebró el gol- alivió la tarde con un gol balsámico. Y puede que vital.

A partir de ahí, el Girona quebró por completo el ritmo del partido y dejó que los focos se apagaran. Todo sigue en el aire...

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