Existe algo peor que el infierno. Existe un castigo mucho más maligno que la Segunda División A. Futbolísticamente hay una categoría que es un pozo sin fondo, negro, letal...terminal. Es la Segunda B y conviene evitarla a toda costa. Por increíble que parezca hoy el Real Mallorca disputará el primero de los últimos tres ‘match ball' de los que dispone para evitar acomodarse en ese último vagón del tren donde se acomodan los equipo que están contando las horas para ser carne de cañón. Los baleares juegan hoy en Montilivi a las cinco de la tarde ante el Girona y lo hacen con la presión que supone tener que ganar sí o sí. No hay vuelta atrás porque pese a que hay margen de maniobra, poco pero lo hay, este equipo es tan débil mentalmente que si esta tarde cae en zona de descenso va a ser muy difícil que pueda salir de ahí.
Virtudes del técnico
Pero nadie piensa en eso. Al menos no lo piensa Javier Olaizola, el nuevo entrenador del Mallorca que durante esta semana ha tratado de impregnar al grupo de su carácter, de su fuerza, de su garra y de su fe. Virtudes de las que este grupo ha carecido durante todo el curso.
Ahora, a tres partidos para el final, hay que inyectar a los futbolistas de una buena porción de la autoestima perdida y sobre todo, dotarlo de la seguridad necesaria para afrontar partidos como el de hoy, con una enorme intensidad y donde es necesario jugar con cabeza, con el cronómetro, con las emociones y con los detalles. Hasta ahora casi siempre ha caído la tostada del lado de la mantequilla y ahora es momento de variar la dinámica.
Olaizola entregará de nuevo protagonismo a los jugadores con más galones en el vestuario y todo indica según los visto esta semana que Nunes tiene opciones de volver a la defensa; en la sala de máquinas regresará Pep Lluís Martí; Antonio López lo hará al lateral izquierdo y Aouate a la portería. Son los detalles que más o menos han podido desprenderse de apenas tres días de trabajo en Son Bibiloni con Olaizola ya al mando de las operaciones. Con una filosofía clara, la de partido a partido, el Mallorca debe dar solidez a la defensa, pero sobre todo, tiene que convertir sus ocasiones de gol. El técnico ha trabajado especialmente con los delanteros. Ha tratado de desatascar sus cabezas, espantar los fantasmas de la obsesión, devolverles la confianza a base de recordarles su pasado, su presente y sobre todo sus virtudes. Hay que marcar y por encima de todo hay que ganar porque los errores propios han conducido al primer equipo a la perdición.
El club sigue sin rumbo, sin timonel, sin proyecto y sin futuro y lo poco que queda a lo que agarrarse es a mantener la categoría y tratar de empezar otra vez confeccionando una plantilla con un criterio mucho más lógico.
Pero eso será otra historia, ahora hay que tratar de sobrevivir porque para tener futuro hay que ganar los partidos en el presente y este equipo, hasta no hace mucho luchando en Europa y codeándose con los grandes de la Liga puede dar con sus huesos en el más terrible de los infiernos si hoy no gana al Girona.
En ocasiones es necesario que todo se rompa para volver a creer. Es el momento. Ganar para creer. Ganar para sobrevivir.