Desbordado por los problemas y acampado a mitad del túnel, Mallorca acaba iniciar una nueva vida. Con solo tres partidos por delante y un montón de facturas pendientes, el conjunto rojillo ha decidido prenderle fuego a todos esos recuerdos y temores que transportaba a la espalda para iniciar una batalla contra el reloj y el destino de la que depende toda una institución. Ya sin balas en el cinturón, la plantilla marcaba el punto de partida definitivo y emprendía un viaje de tres semanas a los mandos de sus nuevos comandantes: Javier Olaizola y Pep Alomar. Y sobre ellos recaen ahora las esperanzas de vida de un club que únicamente se sostiene con alfileres.
En apenas unas horas de trabajo, Olaizola y Alomar parecen haber alterado el rostro y la mente de la plantilla. Situados al filo del barranco pero también al otro costado de sus predecesores y rebosando entusiasmo, los nuevos técnicos van a centrarse en renovar la atmósfera de la caseta y en liberar a los futbolistas de las cadenas que les impiden moverse con normalidad. «Es un reto porque la situación es comprometida, aunque dependemos de nosotros mismos», apuntaba Olaizola durante su presentación, justo después de estrenarse a pie de campo. «Los que nos sentimos mallorquinistas hasta la médula sabemos que la salvación es posible y que la vamos a conseguir», añadía el referente de un tándem que tomará todas sus decisiones de «manera consensuada» y que canalizará todas sus fuerzas hacia el terreno deportivo. «Solo me preocupa salvar al equipo y la situación actual no requiere ningún tipo de hoguera. Ahora el tema deportivo es tan importante que tiene que tapar todo lo demás», reconocía el donostiarra. «El resto no importa», matizaba Alomar. «Tenemos que salvar al Mallorca», sintetizaba.
Consciente de las limitaciones con las que carga, Olaizola apela a la psicología y al sentimiento para reflotar al equipo. «Estoy segurísimo de que ésta plantilla es bastante mejor que muchas de las que están en Segunda. Si consigues que eso llegue al corazón del futbolista y que sienta el escudo, que hay que defenderlo a muerte, los éxitos van a llegar. Lo que le falta es liberarse de esa presión que adquirimos desde el minuto uno con la obligación de ascender. Era un pensamiento lejano a la realidad y se tenía que haber ido jornada a jornada, ver hasta dónde se podía llegar. El equipo se ha maniatado con los nervios y hemos llegado a esta situación», destacaba. «En tres semanas no hay ningún entrenador del mundo que consiga darle un aire diferente a un grupo en base a trabajo físicos, técnicos y tácticos. Puedes poner tu granito de arena y tener tu librillo, pero ahora hace falta un trabajo psicológico. Se diga lo que se diga ésta es una pedazo de plantilla. Tienen que creérselo y sacudirse la presión que han ido cogiendo», volvía a insistir.
El propio Olaizola admite que se enfrenta a un desafío extremo y a un entorno especialmente inflamable, pero sus ganas de sacar al Mallorca del agujero han acabado imponiéndose. «Creo enormemente en nuestras posibilidades y en las de la plantilla. Es un reto pero si no estuviera convencido no lo hubiera aceptado». La salvación y el club están en sus manos.