Aunque en los alrededores de Son Moix aún se aprecia el silbido de los proyectiles, el Mallorca se enfrenta este fin de semana a un partido indispensable para seguir respirando con normalidad. Después de otra semana de turbulencias, esta vez en todos los estamentos, el equipo, que al fin y al cabo representa el termómetro de la entidad, pondrá en juego su futuro en otra cita a cara descubierta. Mientras en el consejo se siguen apilando las demandas y en el vestuario se tensa la cuerda, el balón reclama un tregua en busca del bien común. Principalmente, porque echarse otra derrota a la espalda supondría una carga de explosivo prácticamente suicida.
NUEVO RUMBO
De mirar hacia arriba a escapar de la hoguera
Acostumbrado a mirar hacia arriba desde el pasado mes de agosto, el Mallorca tiene que bajar por primera vez al barro en Vitoria. Pasará el grupo balear de fantasear con introducir la cabeza en la parte alta de la clasificación, algo que no ha conseguido en ocho meses de competición, a tener que sacar los codos para no quedar atrapado en los pasillos de camino al infierno. Y es precisamente ahí donde se ubica la mayor dificultad del encuentro. El grupo debe comprender cuanto antes el riesgo al que se enfrenta y salir airoso de un estadio en ebullición y frente a un rival en línea ascendente que espera sacar tajada de la crisis rojinegra. Alerta máxima.
CARRERAS SE LA JUEGA
El técnico regresa a un campo especial en su peor momento
Hace menos de diez años y después de soportar otro circo institucional y deportivo, Lluís Carreras colgaba la camiseta del Alavés y las botas. Se despedía en Mendizorroza el hoy técnico bermellón, que empezaría abrirse camino en los banquillos allí mismo. Todavía no ha regresado como visitante y el fútbol ha querido que lo haga en su peor momento. Castigado por una pésima hilera de resultados -tres derrotas seguidas y solo un punto atrapado de los últimos doce-, el catalán ha perseguido estos días un golpe de efecto que acabe con todo ese plomo que transportan la mayoría de sus jugadores en las piernas. No obstante, a la plantilla no le gustó nada que parase un entrenamiento a la vista de todo el mundo y que retratara su actitud enviándolos a la ducha. El partido de Mendizorroza servirá para comprobar si realmente han comprendido su mensaje o si, por el contrario, se impone su malestar contra los métodos empleados. En cualquier caso, deberán tener en cuenta que el catálogo de excusas acabó de consumirse frente al Deportivo. Y si el partido no lleva la pimienta suficiente, la sombra de una posible destitución va a enrarecerlo más todavía. Al silencio del director deportivo, que no ha salido en ningún momento a reforzar la figura de su entrenador ante el vestuario y la afición, se suman las maniobras en la sombra de Serra Ferrer, que ya valora seriamente la posibilidad de confiarle la nave a Javier Olaizola en los postres de la liga según lo que ocurra en el estadio alavesista.
MENDIZORROZA HIERVE
El Alavés se abraza a su afición pensando en dar el gran golpe
En Mendizorroza y alrededores llevan toda la semana frotándose las manos. Propulsado por su conquista del Nuevo Colombino, el Alavés ha llenado el depósito y sueña, más que nunca, con dar un paso fundamental hacia la salvación. En la capital alavesa han pasado toda la semana muy pendientes de lo que ocurre en Palma y confían en aprovechar los múltiples agujeros que presenta a día de hoy el barco mallorquinista. El club albiazul, convencido de que puede sacar la cabeza del agua, ha promovido una serie de iniciativas dirigidas a preparar su estadio para la gran batalla y la grada también jugará un papel importante. Pese a tratarse del equipo más flojo de Segunda como local (21 puntos sumados de 54), su estado de ánimo resulta peligroso.