El Mallorca juega hoy colgado del precipicio en San Mamés. Agarrado con la yema de los dedos a la Primera División. Bajo sus pies, el calor que desprende el infierno de Segunda, comienza a producir quemaduras. Es ganar o cerrar. Atrapar los tres puntos o comenzar a pensar ya en carreteras secundarias. Es como hacer equilibrio por una cornisa y sin red. Con los números en la mano, la permanencia sigue siendo algo tangible. Pero si hay un resquicio para seguir creyendo, pasa por capturar el botín en Bilbao. Está a cuatro puntos, más el golaverage, y sólo quedan cuatro jornadas. Claro que cualquier combinación posible pasa por ganar, ganar o ganar esta tarde. Y el conjunto de Manzano no desprende las mejores sensaciones. (San Mamés, 16.00 horas).
Anda el Mallorca metido en una situación extraña, hablando de permanencia y planificando la próxima temporada en Segunda. Es un momento difícil para el club, que vive momentos de indeterminación. Sabe que está en juego la etapa más brillante en la historia de la entidad. Dieciséis temporadas consecutivas en la elite. Que no es poco.
Actitud
El Mallorca se ha metido en un callejón y no adivina la salida. A la hora de la verdad, en las últimas semanas, no ha dado la talla. Juega con el motor gripado. Sin confianza. Y, lo que es peor, sin la actitud que implica afrontar los duelos al filo de la navaja. Todos sus compañeros del furgón de cola, equipos como Zaragoza, Granada o Deportivo, están asomando la cabeza a base de corazón y sangre. Los isleños parecen haber arrojado la toalla demasiado pronto...
Gregorio Manzano puede mover la coctelera del vestuario, aunque más allá de nombres o de sistemas, el grupo bermellón necesita darle la vuelta al calcetín. Quitarse de encima el miedo a fallar y tirarse a la yugular de su rival. El técnico de Bailén, que volvió a dejar fuera a Pereira y Luna, además de Calatayud y de los lesionados Antonio López y Bigas, reformará la línea de cuatro. Las dudas de Hutton abren la puerta a Ximo, que sale de la celda de castigo varios meses después. Si el escocés se recupera, el mallorquín jugaría en el centro de la defensa previsiblemente junto a Geromel. El brasileño, que sale a pifia por partido, no perderá su plaza en el once.
En la sala de máquinas, es probable que repitan Martí y Tomás Pina, con Alfaro o Nsue por una banda, Gio con libertad y arriba la dúpla Víctor-Hemed.
Será el último partido que dispute el Mallorca en San Mamés, un estadio que desea celebrar la permanencia definitiva del Athletic de Bilbao después de su año más convulso.