El presidente en funciones, vicepresidente del club y director deportivo del Mallorca, Llorenç Serra Ferrer, ha convocado para el proximo día 2 de enero al consejo de administración del club con vistas a tratar a una serie de puntos trascendentales para el futuro de la entidad balear. Durante el cónclave, señalado ya con un círculo rojo, tienen que renombrarse los cargos que han quedado vacantes tras la dimisión del pasado lunes de Jaume Cladera, quien a principios de diciembre se había quedado sin apoyos para seguir ocupando la poltrona de Son Moix. Así las cosas, afronta una profunda remodelación en su organigrama el conjunto mallorquinista, que en poco más de una semana deberá designar a un presidente institucional, a un presidente del consejo, a un presidente de la Fundació y a un consejero delegado. Sin embargo, en el caso de éste último no se descarta que su figura pase a estar representada por el propio órgano de gobierno, una propuesta que cuenta con el beneplácito de la facción más crítica del consejo (Utz Claassen, Pedro Terrasa y Pep Roig) y puede que con el del propio Biel Cerdà.
Por la puerta de atrás
Aunque eligió a conciencia el momento para salir por la puerta de emergencia, la marcha de Jaume Cladera llevaba un mes cocinándose y sólo los deseos del exconseller de Turisme por amortiguar el golpe le mantuvieron en el cargo hasta el día de Nochebuena. El día 3 de este mes, Biel Cerdà y Utz Claassen le arrinconaban para forzar su caída y aunque trató de estirar al máximo su margen de maniobra —a partir del 3 de enero los consejeros opositores habrían forzado su destitución sin impedimento alguno— acabó arrojando la toalla para abrir una etapa de incertidumbre al frente del club.
Poco después de que Cladera abrochara su ciclo en la presidencia rojilla, el máximo accionista, Llorenç Serra Ferrer, movía sus peones y convocaba una reunión del consejo de administración para el primer día hábil de 2013. Entre otras cosas, porque el club debe adecuarse al nuevo escenario y no acusar el desgobierno que marcará la vida del club durante todo el parón navideño.
Más allá de la elección del presidente institucional, el Mallorca debe cerrar con la mayor urgencia posible el agujero abierto en el puesto de consejero delegado. Básicamente, porque al tratarse de un cargo mancomunado Serra Ferrer requiere la firma de éste para aprobar y sacar adelante cualquier decisión que afecte a la vida del club, independientemente de lo que abarque. Y ahora que el club parece forzado a sumergirse en el mercado de invierno para reforzar la plantilla, el consenso parece decisivo.
Es ahí donde, casi con toda seguridad, el club va a tener que agarrarse a la que probablemente será la única la alternativa válida a la hora de establecer el nuevo orden. Para oficializar el nombramiento es necesario contar con el respaldo de al menos dos tercios del consejo (seis votos de ocho), algo casi imposible teniendo en cuenta las diferencias abiertas entre las dos partes del consejo. De esta forma, es bastante probable que las funciones del consejero delegado se repartan entre todos los consejeros en lugar de concentrarse en una única persona. Eso modificaría la manera de actuar que ha seguido hasta ahora Serra Ferrer, acostumbrado a tomar decisiones sin informar o consultar a los consejeros y accionistas que se han mostrado más críticos ante su polémica gestión.
Al margen de la configuración interna, el Mallorca también va a tener que estar muy pendiente de lo que ocurra en relación a la demanda interpuesta por los clubes que forman el G-30, que actualmente se encuentra en el Tribunal Español de Arbitraje Deportivo (TEAD). El pasado jueves se celebró en Madrid el acto de conciliación entre las dos partes, que concluyó sin acuerdo y que propició que el litigio sigue adelante tras quedar visto para sentencia.