«Hemos hecho una plantilla de grandes jugadores de la que soy el único responsable. Les he maleducado y se han confundido. He actuado como los padres por darle lo mejor a los niños y hace que se confundan. Soy el único culpable. Con mi dimisión deben ver que lo único importante es el Real Madrid». Estas palabras las pronunció Florentino Pérez, en la noche del lunes 27 de febrero de 2006. 24 horas antes su equipo había sido humillado en Son Moix por el Real Mallorca. Fue la última vez que el conjunto balear ganó al equipo blanco en Liga, lo hizo por dos goles a uno remontando el cero a uno que había anotado Sergio Ramos. Era noche cerrada en Palma, apenas diez grados de temperatura y una lluvia por momentos torrencial invadía Ciutat. Gregorio Manzano hacía apenas una semana que había tomado posesión del banquillo del Mallorca por segunda vez en su carrera deportiva. Era el sustituto de un Cúper que había arrojado la toalla al verse impotente por levantar la moral de la tropa y sobre todo por variar el rumbo del equipo. Con Manzano el Mallorca ganó en La Rosaleda y el gran desafío era sumar tres puntos más ante el Real Madrid de Juan Ramón López Caro. El conjunto blanco estaba en horas bajas y se aferró al exentrenador del Mallorca B para tratar de tomar impulso. Eran momentos complicados para ambos conjuntos, pero nadie pensaba que una derrota supondría el final del primer ciclo de Florentino al frente del Madrid.
Fue una victoria conseguida desde el sufrimiento y la fe y bajo un aguacero que demostró la valentía de una afición, que en un número de 18.000 seguidores se dio cita en el estadio de Camí des Reis. Fue la última victoria ante el Real Madrid, después llegaron cuatro derrotas y dos empates. El domingo será otra historia.