La defensa del Mallorca ha hecho crack. Como si de un mal sueño se tratara, el equipo balear ha quedado atrapado en el tiempo. En diez días de oscuridad, frustración y malas noticias, el vestuario de Caparrós ha ido despojándose de efectivos mientras sus cimientos amenazan con erosionarse de forma alarmante. Primero fue Javi Márquez, el miércoles Nunes y ayer, Antoni López. El de Benidorm, en un mal gesto durante el entrenamiento, tomaba esa misma fatídica dirección que había seguido el central portugués un día antes y se rompía el menisco externo de la rodilla izquierda. Hoy se desplazará a la Clínica Asepeyo de Barcelona junto al luso, que será intervenido, y el jefe de los servicios médicos del club, Tomeu Munar. Una vez allí se valorará la opción de que él también pase por el quirófano, aunque lo que es seguro es que lateral vivirá alejado de la rutina del grupo otros dos meses.
A un par de días de otro partido importante en casa y en pleno proceso de reforma debido a la dolorosa baja de Nunes, el sistema de columnas del conjunto bermellón vuelve a tambalearse tras otro sonoro crujido. Mientras el técnico experimentaba con su nueva fórmula en el laboratorio de Son Bibiloni (con Bigas recostado sobre el lateral derecho), el habitual partidillo de los jueves quedó congelado. En un extremo del campo Antonio López se lamentaba desde el suelo. Los gestos de dolor del alicantino llamaban rápidamente la atención de sus compañeros, que empezaban a sospechar que acababa de redactarse otra mala noticia. Sobre todo después de que el exdefensa del Atlético de Madrid fuera incapaz de salir por su propio pie del terreno de juego y tuviera que hacerlo auxiliado por Pep Alomar y Javier Cotrino. A partir de ahí, nada sería lo mismo. Capa volvió a remover sus peones sobre el tablero a la espera de novedades. Y éstas, como veinticuatro horas antes, le provocaron un nuevo dolor de cabeza.
Al igual que le ocurrió a Jav