El mallorquinismo militante sigue sin faltar a su cita con las tradiciones. Aunque el ambiente en las entrañas de Son Moix no deja de enturbiarse, la Federació de Penyes del club volvió a reunir a unas doscientas personas en Lluc para celebrar la permanencia del equipo bermellón en Primera División y compartir una comida de hermandad que sirve para abrochar otra campaña apasionante a nivel deportivo. A pesar de las trabas, el verdadero motor social de la entidad no se detiene.
La jornada arrancó muy pronto en el municipio de Escorca. Los autocares con peñistas procedentes de distintos puntos de la Isla llegaban a primera hora de la mañana a su habitual punto de encuentro de cada final de ejercicio y pese a la ausencia de algunas de las asociaciones el ambiente rojinegro se mantuvo.
En cualquier caso, el programa oficial de actos no se inauguró hasta poco después del mediodía, con la celebración de una misa solemne en la basílica de Lluc, oficiada por el sacerdote mallorquinista Jaume Alemany y en la que no faltaron no faltaron los tradicionales cánticos de los blavets del monasterio. Por supuesto, todo ello envuelto por un mensaje plagado de referencias futbolísticas en el que se reclamaba «la unidad del mallorquinismo» a la vista de constantes barullos institucionales que llevan meses erosionando la imagen de una entidad casi centenaria. Durante la misa se producía también una de las escenas más características: la ofenda floral en agradecimiento a la continuidad del Mallorca en la máxima categoría.
Tras la ceremonia, a la que no faltaron el presidente del club, Jaume Cladera; el presidente de la Federació de Penyes, Rafel Martorell, el consejero Pep Roig (su nombramiento se confirmó el a principios de la semana pasada durante la reunión de la Junta General de Accionistas de la SAD), o mallorquinistas históricos como Toni Tatxa, Miguel Garro o Jaume Capllonch, la acción se trasladó a la esplanada en la que se habían instalado las mesas para disfrutar del aperitivo mientras en uno de los costados de la carpa se elaboraba una paella gigante. Al tiempo que los más pequeños emulaban a sus ídolos bermellones perfectamente equipados, los miembros de peñas como la Arrabal, Graderío, Independent, MVP, Calvià, Son Dameto, Bunyola o Casa Blanca se preparaban para el almuerzo después de una breve tanda de parlamentos que culminó con la glosa que el peñista Toni Francisco le dedicó al Villarreal y su descenso a Segunda División. Por supuesto, tampoco faltaron los guiños al Mirandés, que acababa de derrotar al Atlètic Balears en Anduva en la primera batalla por el ascenso a la división de plata. Mallorquinismo en estado puro.