Su nombre llevaba tiempo anotado en la lista negra de Llorenç Serra Ferrer. Su despido era sólo cuestión de tiempo. Un mero trámite. Jordi Jiménez, director de comunicación del Real Mallorca, fue liquidado unos diez minutos antes de que se iniciara una reunión entre los trabajadores del club y Jaume Cladera. La cabeza del periodista fue la carta de presentación del presidente en el cónclave sindical.
Jiménez, que se incorporó al Mallorca en octubre de 2009 -llegó procedente de la cadena SER-, nunca ocultó su disconformidad con el trato que Serra Ferrer dispensó a Michael Laudrup, circunstancia que erosionó sobremanera la relación entre ambos. En las últimas semanas y ante el clima laboral que se estaba generando en las oficinas de la entidad, el periodista abogó por la creación de un comité de empresa, circunstancia que podría haber precipitado su salida del club.
Durante su estancia en el departamento de comunicación de la SAD balear, Jiménez mostró siempre un talante profesional y diligente con los medios de comunicación, un hecho que le permitió granjearse un respeto prácticamente unánime en el mapa mediático bermellón.
En la carta de despido entregada por el club a Jordi Jiménez, se le responsabiliza abiertamente de haber filtrado a la prensa documentos comprometedores -en concreto, unas facturas-, si bien las pruebas que se detallan en el propio escrito son endebles y obtenidas bajo métodos de dudosa legalidad y moralmente reprobables.
En este sentido, la figura del abogado Miquel Coca, uno de los hombres de confianza de Serra Ferrer en el consejo de administración, ha resultado determinante. Coca orquestó una investigación interna con un único objetivo: derribar a Jordi Jiménez. Organizó interrogatorios, destripó ordenadores y hurgó en los registros de llamadas. Pese a los pobres resultados de su trabajo, Llorenç Serra Ferrer da por probado que fue el periodista quien despachó documentos del departamento financiero de la entidad.