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De Guzman le indica el camino al Mallorca

El delantero israelí del RCD Mallorca, Tomer Hemed (c), disputa la pelota con el defensa del RCD Espanyol, Jordi Amat (i). | Montserrat T. Diez

| Iberostar Estadi, Camino de los Reis, 07011 Palma, España |

Mallorca 1 - 0 Espanyol

Mallorca: Aouate; Zuiverloon, Chico, Ramis, Cáceres; Nsue, Martí, De Guzmán, Tejera (Víctor, min. 65); Alfaro (Castro, min. 59) y Hemed (Pina, min. 75)

Espanyol: Cristian Àlvarez; Javi López, Amat, Héctor Moreno, Dídac; Baena, Verdú, Javi Márquez (Sergio García, min. 73); Luis García (Albín. 57), Rui Fonte; y Àlvaro (Thievy, min. 73).

Goles: 1-0, min. 61: De Guzmán.

Àrbitro: Pérez Montero (Comité Andaluz). Amonestó a Héctor Moreno, Ramis, Márquez, Hemed, Javi López.

Agarrado a un golpe de fortuna y elevado por el juego de su futbolista más perseguido, el Mallorca ha resuelto con éxito el primer objetivo de su nueva agenda. Obsesionado con sacudirse la presión inicial gracias al aliento de un buen resultado, estrenó el equipo de Laudrup su cuenta corriente y se aseguró otras dos semanas para seguir refrescando las ideas y continuar apretando las tuercas del vestuario. Sin demasiado brillo pero con mucha voluntad, los rojillos superaron con lo justo al Espanyol en una función que acabó convertida en el último anexo de la pretemporada. Curiosamente fue De Guzman, cuyo futuro no quedará definivitamente aclarado hasta la medianoche del miércoles, quien decidió aparcar durante noventa minutos sus pretensiones para marcarle el camino y certificar una victoria terapéutica y esperanzadora (1-0).

Seguramente empapado por el el mensaje de Laudrup, el Mallorca se lanzó al cuello del conjunto perico desde el kilómetro cero del partido. El técnico danés fotocopió el libro de ruta que había empleado en el último ensayo veraniego y la segunda línea del equipo empezó a desgarrar poco a poco a la defensa espanyolista. Como ya le ocurría en el último tramo de la temporada anterior, sus planes sólo se torcían ante la mirada del portero, aunque toda la gestión del juego era suya. De Guzman decidía asumir los galones, Hemed conectaba perfectamente con Alfaro, Tejera y Nsue y el equipo, en general, rebasaba la línea roja con una facilidad asombrosa. Tanto, que en los primeros veinte minutos conseguía fabricar hasta cinco llegadas claras que le permitían cercar la parcela de Cristian y transformar lo que debía ser un intercambio de golpes en una cita de dirección única.

En cualquier caso, a la media hora de juego la tormenta rojinegra había desaparecido y el marcador seguía sin proyectar la superioridad de su fútbol. Aliviado, el Espanyol comenzó a estirarse tomando como referencia a Verdú y se asomó en varias ocasiones al balcón de Aouate antes del final del primer tiempo. La más peligrosa la protagonizó precisamente el catalán, aunque su cabezazo final no le causó ningún problema al portero bermellón y el partido se adentró en el descanso entre bostezos. Despojados de referencias fiables en ataque, uno y otro habían aireado sus problemas en la orilla contraria para confirmar las sospechas que sobrevolaban sus plantillas.

Con el segundo acto a los dos se les aparecieron las urgencias. El Mallorca trataba de recuperar la tensión de los minutos inciales y el Espanyol se agolpaba frente a su área para resguardarse y buscar una sentencia rápida a través del contragolpe. Sin embargo, fueron los baleares los que redactaron el desenlace. Nsue estuvo a punto de abrir el fuego con un remate que se acabó marchando alto, pero zarandeó los cimientos de la zaga perica y le dejó preparado el terreno a De Guzman. El centrocampista de origen canadiense, muy activo durante toda la tarde, recogió un pase de Hemed y se sacó un disparo desde la frontal. Su proyectil, que rebotó en la pierna de Baena, descolocó a Cristian para cabar alojándose en el fondo de la portería.

Casi a continuación, el Mallorca pudo despachar la jornada pero se le fueron agotando las pilas y llegó al epílogo con el piloto de la reserva encendido. Pochettino volcó toda la pólvora sobre el maltrecho tapete de Son Moix, pero la seguridad defensiva de los locales evitó la igualada y permitió al grupo alzar por primera vez los brazos.

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