Hace 47 años, en la localidad danesa de Frederiksberg, Michael Laudrup vio la luz por primera vez. El 15 de junio de 1964 nació el actual entrenador del Mallorca, que ayer festejó ese aniversario como máximo responsable de un proyecto marcado por las dudas. Las incógnitas afectan a todos los estamentos de un club lastrado por su situación económica y que lucha en clara inferioridad en la selva del mercado de fichajes. Esas dificultades financieras se están reflejando en la falta de refuerzos. Y es que la SAD balear, hoy por hoy, ocupa el furgón de cola de la Liga en cuanto a su capacidad para negociar. Cualquier operación, por mínima que sea, descuadra los números de un Mallorca que deberá luchar por la supervivencia.
Laudrup asumirá los mandos de un nuevo proyecto desprendiendo unas sensaciones diametralmente opuestas a las que generó su contratación. Durante esta primera travesía del técnico danés en el banquillo, las dudas se han ido acumulando en las taquillas de Son Moix. El preparador mallorquinista se ha mostrado disperso con la hinchada y escasamente implicado en el proyecto. Alejado de la masa social, ajeno al entorno bermellón, el pasotismo y la frialdad de Laudrup no ha sentado bien en una cúpula que se dedicó a vender la gran expansión del mallorquinismo como uno de sus preceptos obligados. Aquí, el técnico escandinavo ha remado por un lado y el club por el otro.
También se han escuchado voces críticas a la hora de analizar su trabajo semanal. Que si entrena poco. Que si se pasa la mañana haciendo malabarismos con el balón como si fuera un futbolistas más. Estos aspectos, que individualmente pueden parecer nimiedades, se han puesto sobre la mesa de la actualidad del curso durante más de una ocasión.
Pero Laudrup es así. Ya dijo una vez, cuando le preguntaron por qué no se levantaba del banquillo, que durante veinte años como profesional «jamás había oído» las instrucciones del entrenador. El es así. Entrena, dirige y se va a casa. Sin más. Aunque supongo que los gestores del club debían tener referencias de su personalidad, estas actuaciones han sido motivos de discordia durante una temporada que arrancó a lo grande para acabar con la soga al cuello.
Con Laudrup disfrutando de sus vacaciones, el club se ha topado de bruces con su realidad. Las dificultades económicas con las que convive la entidad está frenando cualquier tipo de operación. Marcados en rojo aparecen un puñado de nombres, con el mediapunta brasileño Ricardo Bueno da Silva como uno de sus objetivos prioritarios. También son objeto de deseo por parte de Serra Ferrer algunos de los jugadores del Barça B, aunque de momento el club catalán se muestra reacio a las cesiones y quiere dinero contante y sonante. Otra puerta cerrada. A la espera de la decisión que adopten Emery, Manzano o Marcelino sobre los descartes de Valencia, Atlético o Sevilla, habrá que convivir en el sótano de la Liga. No hay más remedio.