El primer proyecto de Serra Ferrer en Son Moix ya se ha ganado el aprobado. A pesar de todas aquellas dificultades que marcaron su nacimiento y la posterior puesta en marcha, el club ha blindado en el campo su continuidad entre los grandes y goza de un estado de salud excelente. La victoria del pasado domingo ante el Getafe (2-0) sitúa al equipo de Michael Laudrup sobre la línea de los 42 puntos que garantizan la categoría y puede presumir de haber alcanzado la permanencia con cinco jornadas de antelación, mucho antes de lo que indicaban las previsiones redactadas hace algo más de nueve meses. Con una plantilla rejuvenecida y ajustada a la dimensión real de la entidad, la SAD balear ha vuelto a dar ejemplo frente a otros clubes de la Liga.
Sometido desde hace unos años a una serie de terremotos institucionales, el Mallorca tomó un nuevo camino a finales de junio de 2010. Diecisiete años después de su traumática salida, Llorenç Serra Ferrer regresaba al club y lo hacía como el líder de un grupo que desembarcaba en Son Moix dispuesto a reformarlo de arriba a abajo. Su máxima era «sanear la entidad aplicando una filosofía de humildad sin renunciar a la ambición» y ya advertía entonces de que el nuevo entrenador debía «integrarse en nuestra cultura y adaptarse a los nuevos tiempos». Días después de escenificar el traspaso de poderes, se confirmaba su apuesta por Michael Laudrup y por un puñado de futbolistas que, en su mayoría, apenas amontonaban experiencia en la elite. Le llegaba el turno a una cantera que lleva demasiado tiempo arrinconada. Y a excepción de un pequeño grupo de veteranos sobre los que iban a reposar las columnas del vestuario (Aouate, Nunes, Martí...), le tocaba a los más jóvenes tirar del carro y asumir un reto que en aquel momento parecía enorme.
Tras una pretemporada irregular y sin apenas inversión en fichajes, el Mallorca se lanzó a la arena ante uno de los peores enemigos posibles. El 29 de agosto el conjunto de Laudrup recibía en el Iberostar Estadi al Real Madrid de José Mourinho y lanzaba su primer aviso con un meritorio empate que le llenaba la caseta de moral. Poco a poco y sin hacer mucho ruido, la formación bermellona se fue acomodando entre la clase media-alta y abrochó la primera vuelta con 27 puntos encima, un dato que daba a entender que su nueva política funcionaba y que dejaba la permanencia al alcance de la mano. De hecho, durante muchas semanas se valoró como posible nuevo objetivo el acceso a las competiciones internacionales.
La segunda vuelta ha sido distinta, aunque el impulso de los primeros meses de competición ha sido suficiente para agarrarse a la salvación y confirmar la viabilidad del plan ideado por Serra y su equipo de trabajo. La culminación llegó el pasado fin de semana y aunque ni los jugadores ni el cuerpo técnico quieren dar nada por zanjado hasta que la seguridad sea matemática, el botín que tiene a salvo el Mallorca y la actual configuración de la tabla garantizan el futuro del club en Primera durante la próxima temporada. Al menos de momento, el proyecto funciona.