Recorrió sus últimos metros como director deportivo del Mallorca con la cabeza gacha, sin apenas mirar a su alrededor, mientras una nube de cámaras y fotógrafos inmortalizaban una imagen histórica. Un casi inaudible saludo a los medios presidió su entrada a la Banca March, donde redactó su epílogo a dos décadas en el club balear en apenas 20 minutos. Poco después de las 11 de la mañana, tras devolver a la entidad el millón de euros que le regaló Vicenç Grande y atender dos minutos a la prensa, Fernando Pons Niza desaparecía entre el anonimato de la calle. De la gente normal. Su nuevo status tras un lustro en la atalaya del poder.
Casi dos años después de desvelarse el premio que le entregó el dueño de Drac con la entidad al borde del colapso económico, Pons arrojó la toalla. Acorralado por la presión mediática, por la inminencia de los juicios -hasta tres litigios quedaron finiquitados ayer con la rescisión del contrato- el exdirector deportivo optó por entregar los trastos y alcanzar un acuerdo nueve meses después de la irrupción de la nueva propiedad.
El exjugador del Murense aceptó devolver los 600.000 euros y, a cambio, recibió una indemnización de 703.580 euros; es decir, gana 103.580 euros... Dicha suma se ha calculado a razón de 63 días de las retribuciones del trabajador, por año trabajado, con una base salarial diaria bruta de 1.381,51 euros, con una antigüedad computable a partir de 2003.
Pons presentó ante la Agencia Tributaria las retenciones fiscales de ese millón de euros, es decir 452.631,59 euros, que desembocarán en las arcas de la entidad. Además de extirpar a Fernando Pons Niza, el Mallorca obtiene unos beneficios de 350.000 euros y, lo que es más importante, la constatación de que ese millón de euros que le regaló Vicenç Grande por la venta de Dani Güiza a su empleado favorito, no era legal.