Recuperado de sus heridas más considerables y abrazado otra vez a los buenos resultados, el Mallorca se arremanga pensando en una nueva «final». Los rojillos, que vuelven a transitar por la Liga con el tanque de la autoestima cargado, pretenden dar una última gran zancada en dirección ascendente y, de paso, seguir cargando la mochila para protegerse de los obstáculos con los que podría toparse justo a la vuelta de la esquina. Se mide el conjunto isleño a una Real Sociedad de su misma estatura y con una conquista, además de eliminar cualquier posible rastro de nerviosismo, reactivaría incluso sus fantasías europeas (Anoeta, GolT y PPV, 21.00 horas).
Inaugura esta noche el Mallorca la etapa más peliaguda de la temporada. En apenas catorce días, los de Michael Laudrup se juegan el tipo ante cuatro conjuntos alojados en las plantas superiores del campeonato (Real Sociedad, Barcelona, Espanyol y Valencia) y la teoría indica que el duelo más accesible de ese póquer lo representará sobre la moqueta de Anoeta.
Misión compleja
No obstante, se trata igualmente de una misión cargada de estorbos y trampas. Por un lado, porque el Mallorca lleva tiempo sin dar un golpe sobre la mesa como forastero y aunque puntuó recientemente en Pamplona, su último triunfo lejos de Son Moix data de finales de noviembre. Y por el otro, porque los donostiarras le han echado el candado a su centro de operaciones en los últimos fascículos del torneo. La formación que patronea Martín Lasarte ha recogido la mayor parte de su cosecha en San Sebastián (21 puntos de 31) y a excepción de las caídas sufridas ante Sevilla, Valencia, Atlético y Madrid, ha ganado todo lo demás. Ha despachado con cierta suficiencia a sus dos últimos invitados (Almería y Osasuna) y se ha quitado el vértigo del recién ascendido con la ilusión de meter la cabeza entre las siete primeras plazas del torneo.
El Mallorca que se presenta a la evaluación de hoy no se aleja demasiado del que tumbó con algún problema que otro al Athletic hace siete días. De hecho, podría haber acudido a la cita con el mismo disfraz de no ser por los retoques que le tendrá que aplicar a su pared defensiva. Ramis, que se lesionó durante el entrenamiento del jueves y que deberá estar de baja hasta finales de semana. Ante eso, a Laudrup se le plantean dos posibilidades: apostar por Martí Crespí o renovar la confianza en Rubén. Y todo apunta a que el técnico elegirá la segunda, tal y como en la última salida del equipo. De ahí en adelante tampoco debería haber más cambios. Dudu se mantendrá bajo el larguero, Nunes será el socio del central gallego y Cendrós y Kevin llenarán los laterales. Frente a ellos, Martí y De Guzman deberían controlar los hilos del centro del campo, con Pereira y Castro en las orillas y Nsue y Webó cerrando el círculo.
La Real Sociedad, por su parte, recupera el talento de Xabi Prieto para buscar el octavo triunfo de la campaña en su propio domicilio. Martín Lasarte tiene a casi todo el plantel a sus órdenes y desafiará al rival de turno con las únicas bajas Joseba Llorente y el uruguayo Diego Ifrán, que dejan prácticamente solo a Raúl Tamudo frente a la zaga isleña, con ayudas puntuales del canterano Agirretxe. El catalán, que es el futbolista que más tantos le ha endosado al Mallorca en Primera División, viene de marcar en los tres últimos partidos (aunque el gol ante el Real Madrid se lo adjudicó el colegiado a Arbeloa) y de sus botas partirá el mayor peligro realista.
Los vascos quieren controlar a toda costa el dinamismo de Emilio Nsue, a quien conocen perfectamente en San Sebastián, como ya recordó Lasarte en su discurso previo al partido. Además, su otra gran preocupación consiste en no dejar salir al equipo isleño con el balón controlado en contraataque, una acción que le ha reportado elevados dividendos a los insulares a lo largo del curso.
El encuentro que clausurará este vigésimo cuarto episodio del campeonato servirá para que uno de los dos equipos se desmarque del otro en su intento de alcanzar el suelo continental. Ya avisó Laudrup durante su análisis previo que sus futbolistas se enfrentan a un partido especial y que no se trata de «una final, pero casi». Y ante eso, pocas salidas quedan. Más que nada, porque las finales conviene ganarlas.