Conjura para evitar otro baile. El día después de sufrir uno de los mayores revolcones de la temporada (3-0 en Getafe), Michael Laudrup y los jugadores del Real Mallorca optaron por abrir el libro de la crítica. Tanto el míster como sus pupilos hablaron con claridad. Sin tapujos sobre lo sucedido el pasado domingo en el Coliseum Alfonso Pérez.
Al contrario de lo que sucede con otros entrenadores, el técnico danés dejó que todos hablaran, explicaran su versión de los hechos. Y fueron muchos los futbolistas, principalmente los pesos pesados, que optaron por pedir la palabra y darle voz a la crítica.
El grupo coincidió en que las circunstancias que rodearon el encuentro -el desplazamiento, la ausencia de Laudrup durante los dos días previos, el frío ambiental y climatológico...- no invitaban precisamente al optimismo. También la euforia desatada tras las últimas actuaciones a domicilio -sobre todo tras el triunfo en Sevilla- pudo provocar cierta relajación en el entorno que quizás alcanzó al vestuario.
El entrenador danés se preguntó, delante del plantel, por qué se producen tantos altibajos. Por qué el equipo es capar de firmar una actuación soberbia en el Sánchez Pizjuán y, apenas dos semanas más tarde, caer en la desidia frente al Getafe.
También se generaron ciertos debates de tipo táctico. Como por ejemplo la necesidad de tirar la línea defensiva unos metros por delante, de no defender tan atrás. O la obligación de estar más atentos en el centro del campo, sin que los rivales talentosos -como el caso de Parejo el pasado domingo- puedan repartir las cartas y desarrollar su juego sin prácticamente oposición.